Porque no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino Uno que ha sido tentado en todo como nosotros, pero sin pecado. Por tanto, acerquémonos con confianza al trono de la gracia para que recibamos misericordia, y hallemos gracia para la ayuda oportuna. Hebreos 4:15-16 (NBLA)
Te confieso que soy un tanto exigente con dar las “gracias”.
Si detengo la puerta para un desconocido o cedo el paso a mi carril al manejar, me parece bien recibir algún tipo de gesto de apreciación. Desafortunadamente, esto no siempre sucede.
Recientemente, me tomé la molestia por alguien, pero mi esfuerzo no fue reconocido, y me sentí poco valorada.
Quería desahogarme con alguien al respecto, pero en su lugar, elevé una oración y me fui a la Palabra de Dios. Esto es lo que leí:
Porque no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino Uno que ha sido tentado en todo como nosotros, pero sin pecado. Por tanto, acerquémonos con confianza al trono de la gracia para que recibamos misericordia, y hallemos gracia para la ayuda oportuna (Hebreos 4:15-16).
Inmediatamente mi corazón sintió paz. Si alguien sabe como se siente ser poco valorado, ¡es Jesús!
Hay tantas ocasiones en las Escrituras en las que las personas querían algo de Jesús: un buen sermón, una comida, sanidad y más. Algunas veces recibían lo que necesitaban, algunos ofrecían alabanzas a Dios… pero otros no.
Hay una historia en particular en la que Jesús resaltó la falta de agradecimiento.
En Lucas 17, mientras Jesús se dirigía a Jerusalén, diez hombres que tenían lepra clamaron a Él por sanidad. Jesús les dijo: “ — Vayan y preséntense a los sacerdotes”, y mientras se iban, quedaron limpios de su lepra (Lucas 17:14, NTV). Por eso, lo que sucedió a continuación es tan sorprendente: ¡solo uno de ellos regresó para darle las gracias!
Entonces Jesús preguntó: “«¿No sané a diez hombres? ¿Dónde están los otros nueve? ¿Ninguno volvió para darle gloria a Dios…?»” (Lucas 17:17-18, NTV).
Uno de diez… que conste que no eran niños que no sabían lo que hacían. Eran hombres adultos, cuyas vidas nunca volverían a ser las mismas ahora que Jesús los había sanado.
La gratitud debería ser parte de nuestras vidas diarias, y esa debería ser la condición de nuestros corazones. Así que aquí hay algunos recordatorios para ti y para mí:
- Puede que nos sintamos poco valoradas, pero recordemos que ¡Jesús también pasó por eso!
- Mostremos nuestro aprecio a otros. No conozco a nadie que no le guste ser reconocido por algo que hizo.
- Acerquémonos a Dios con agradecimiento y alabanza. Él no necesita nuestras “gracias”, pero Él es digno de ellas … ¡Él nos ha dado la salvación!
Mi esperanza y oración no solo es ser una persona agradecida, sino que también sea capaz de expresar mi gratitud.
Querido Padre, gracias por todo lo que Tú has hecho por mí. Aún cuando la vida sea difícil, ¡ayúdame a ver lo bueno y a ser agradecida por ello! En el Nombre de Jesús. Amén.
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PROFUNDICEMOS
1 Tesalonicenses 5:18, Sean agradecidos en toda circunstancia, pues esta es la voluntad de Dios para ustedes, los que pertenecen a Cristo Jesús. (NTV)
¿A quién puedes expresarle tu gratitud hoy? ¿Qué puedes agradecerle a esa persona?
¡Nos encantaría saber de ti! Comparte tus pensamientos con nosotras en los comentarios.
© 2024 por Anitha Abraham. Todos los derechos reservados.
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