Como el SEÑOR le había hablado, Agar le puso por nombre «El Dios que me ve», pues se decía: «Ahora he visto al que me ve». Génesis 16:13 (NVI)

Llamé a mi amiga más cercana con una expectativa gozosa. El domingo por la tarde era nuestro tiempo para pasar juntas. Sin embargo, me dijo que le había prometido a otra amiga que iría al cine y que no podíamos vernos. No me invitó a unirme ni me ofreció otro momento para hablar ni reunirnos.

Sentí que el rechazo endurecía mi estómago con su punzada fría.

¿Tú también has sentido esta punzada? ¿Has luchado contra el rechazo de tu familia, amistades o compañeros de trabajo?

El rechazo es verdaderamente una de las experiencias humanas más dolorosas. Llega al núcleo de nuestro ser y proyecta mensajes poderosos y desgarradores como:

No eres suficiente.
Tu trabajo no es lo suficientemente bueno.
No eres amada.
No lo mereces.
No encajas.
No vales nada.
Nunca estarás a la altura.

Estos mensajes hirientes pueden dañar nuestra identidad y nuestras relaciones si los creemos e interiorizamos.

Pero la Palabra de Dios tiene un mensaje diferente. Uno de mis pasajes favoritos del Antiguo Testamento es la historia de Agar, una mujer abusada y rechazada que experimentó el amor y el cuidado de Dios.

Génesis 16 nos dice que Agar era esclava de Sarai, la esposa de Abram, quien era estéril y usó a Agar como madre sustituta. Esto cambió la dinámica de la familia y Sarai comenzó a maltratar a Agar. Rechazada y despreciada, Agar huyó al desierto.

Allí, Dios envió un ángel con un mensaje personal para ella. Dios mismo manifestó Su presencia con Agar de una manera poderosa: vino a esta mujer y le brindó aliento, consuelo, visión para el futuro y una promesa magnífica de bendecir a su familia.

Agar obtuvo esperanza de las palabras del ángel sobre el amor y la aceptación de Dios hacia ella, y confió en el mensaje. Escuchó a Dios decir:

Te veo.
Eres valiosa para Mí.
Te amo.
Te acepto.
Tengo un plan para ti.
Yo cuidaré de ti.
No te abandonaré ni te rechazaré.

Agar le dio un nombre al Señor en ese mismo momento: “«El Dios que me ve», pues se decía: «Ahora he visto al que me ve»” (Génesis 16:13b).

Tómate un momento para imaginarte lo siguiente: Dios ve, comprende y ama cada parte de tu ser. Él ve tu pasado, presente y futuro. Dios ve el dolor e incluso las heridas invisibles en tu corazón. Él ve la luz y la oscuridad.

Él permanece; Él no rechaza. Él ve tu ser verdadero, y todas las partes de tu historia se unen a medida que Su plan se despliega.

Aceptemos este regalo de ser vistas y conocidas por Dios, permitiéndole sanar nuestros corazones heridos como sólo Él puede hacerlo.

Querido Señor, el rechazo es difícil. A veces lucho con las mentiras que bombardean mi mente y dudo de mi valor como persona. Déjame experimentar Tu amor incondicional y aceptación de una manera renovada. Sana mis heridas e imparte Tus bendiciones hacia mí. Quiero ver a Aquel que me ve. En el Nombre de Jesús, Amén.

RECOMENDAMOS

Amiga, si estás sintiendo dolor ahora mismo, no tienes que afrontarlo sola. Invita a Dios a entrar a ese lugar porque Él puede con tus lágrimas, tus preocupaciones y tu tristeza. En su libro Sin invitación, Lysa TerKeurst comparte sus experiencias personales profundas con el rechazo y quiere ayudarte a sobrevivir tu momento de dolor. Sin invitación te recuerda que fuiste destinada para un amor que nunca disminuye, ni se quebranta, ni se conmueve, ni es arrebatado; un amor que no rechaza ni te deja sin invitación.

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PROFUNDICEMOS

1 Juan 4:16a-b, Nosotros sabemos cuánto nos ama Dios y hemos puesto nuestra confianza en su amor. Dios es amor… (NTV)

¿Cómo te hace sentir el rechazo? ¿Qué mentira has estado creyendo que puedes cambiar por la verdad del amor y la aceptación de Dios? ¡Compártelo con nosotras en los comentarios.

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