Anda, ponte en marcha, que yo te ayudaré a hablar y te diré lo que debas decir. Éxodo 4:12 (NVI)
Pasa con demasiada frecuencia. Palabras arrogantes, sarcásticas y poco sensibles se escapan de mi boca y pienso, no quise decir eso. En estos momentos, estoy angustiada por haber usado uno de los dones preciosos de Dios en una manera que deshonra tanto a Él como a la persona con quien hablo. A veces dudo en hablar porque tengo miedo de arruinar el mensaje que Dios me ha guiado a compartir.
Las palabras son una creación hermosa si las usamos como Dios lo quiso. Dios creó el sonido, la estructura del oído, las vías intrincadas de nuestros cerebros y la anatomía de nuestras lenguas. Él ha puesto estas herramientas en su lugar porque quiere comunicarse con nosotras y hacer posible que nos comuniquemos con otros y proclamemos Su amor.
Tristemente, mi naturaleza pecaminosa se entromete en mi gestión de palabras. Organizo esas palabras dadas por Dios en frases que traicionan mis pensamientos e intenciones egoístas de mi corazón.
Moisés del Antiguo Testamento tenía este dilema también. Dios le pidió que le hablara al Faraón sobre dejar ir al pueblo de Israel de Egipto. Moisés se negó a seguir el orden de Dios: “soy tardo en el habla y torpe de lengua»” (Éxodo 4:10c, NBLA). Los estudiosos sugieren que la reticencia de Moisés pudo haberse debido a un impedimento del habla, agravado por el recuerdo vergonzoso de su fallido liderazgo pasado cuando mató a un egipcio 40 años antes. Moisés dudó en hablar porque no quiso arruinar el mensaje.
Dios respondió: “—¿Y quién le puso la boca al hombre?… Anda, ponte en marcha, que yo te ayudaré a hablar y te diré lo que debas decir” (Éxodo 4:11-12, NVI).
Dios es el mejor entrenador de habla. Sus palabras prometen paz (Juan 14:27), nos dan sabiduría y deleite (Salmo 119:24), y nos fortalecen para incorporar Su gracia en nuestras conversaciones (Colosenses 4:6). Hablamos mejor cuando escuchamos primero Sus palabras.
Si tú, como yo, temes poder estropear el mensaje de Dios al hablar con otros, trae tus preocupaciones a Dios. Agradécele por el regalo hermoso de las palabras. Reconoce que Él es el Creador de sonidos, palabras y pensamientos. Imagínate que estás devolviéndole cada palabra al Señor como una preciosa ofrenda de agradecimiento por lo que Él te dio cuando te creó. Luego ora esas palabras de Éxodo 4:12, pidiéndole que te enseñe qué decir.
¡Él lo hará! Dios es fiel en cumplir Sus promesas y esta es Su palabra hablada a ti: si deseas que las palabras de tu boca y la meditación de tu corazón sean aceptables al Señor (Salmo 19:14), Él obrará contigo para hacerte más hábil en honrarle con tus palabras.
Señor, gracias por crear oídos que oyen, lenguas que hablan y palabras que tienen el potencial de bendecir a otros y honrarte. Ayúdame a usar Tus dones para que otros escuchen Tu mensaje de amor de mis labios. En el Nombre de Jesús, Amén.
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Salmo 32:8, Yo te haré saber y te enseñaré el camino en que debes andar; Te aconsejaré con Mis ojos puestos en ti. (NBLA)
La próxima vez que te sientas ansiosa sobre tus palabras o tengas miedo de que podrían no honrar a Dios, toma un momento y pídele Su ayuda en decir lo que Él quiere que digas.
¿Cómo has visto a Dios guiar las palabras que salen de tu boca? ¡Anímanos al resto de nosotras dejando tu comentario aquí!
© 2025 por Karen Wingate. Todos los derechos reservados.
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