—Habla, que tu siervo escucha —respondió Samuel. 1 Samuel 3:10b (NVI)
Una noche me encontraba ayudando a una amiga a cuidar de sus dos hijas pequeñas. Mientras desenredaba el cabello recién lavado de una de mis niñas de 6 años favoritas, conversábamos sobre nuestra canción favorita de Frozen, preguntándonos si los perros van al cielo y cuál es el color más lindo: rosa o morado. Entonces, su madre la llamó desde otra habitación.
Ella no respondió. Le dije: «tu mamá te está llamando».
«Está bien», me dijo mientras se encogía de hombros, «a veces no respondo».
Detuve el peine de inmediato. Al parecer, necesitábamos lidiar con otro tipo de enredos. Tras hablar sobre la importancia de escuchar y obedecer a los padres, se levantó rápidamente y se fue, dejándome con algunos pensamientos que desenredar en mi propio corazón.
Cuando se trata de escuchar a mi Padre Celestial, ¿ignoro a veces Sus empujoncitos sutiles? ¿Actúo como si no le escuchara y sigo con mi día?
A veces, simplemente no respondo.
Cuando el profeta Samuel era joven, aprendió que tenía que responderle a Dios cuando Él lo llamara por su nombre. Samuel servía en el templo con el sacerdote Elí cuando el Señor lo llamó dos veces, mientras Elí dormía.
En ambas ocasiones, Samuel lo despertó a Elí para preguntarle qué ocurría, pensando que él le llamaba. A la tercera vez, Elí entendió que se trataba de Dios hablándole al muchacho.
—Ve y acuéstate —dijo Elí—. Si alguien vuelve a llamarte, dile: “Habla, SEÑOR, que tu siervo escucha”. Así que Samuel se fue y se acostó en su cama. Entonces el SEÑOR se acercó, se detuvo y lo llamó de nuevo: —¡Samuel! ¡Samuel! —Habla, que tu siervo escucha —respondió Samuel (1 Samuel 3:9-10, NVI).
No he escuchado que Dios me hablara audiblemente, pero sí lo hace a través de las Escrituras, la oración, Su creación, las circunstancias y otros creyentes piadosos. La Biblia dice, “Dios nos habla una y otra vez, aunque no lo percibamos” (Job 33:14, NVI).
La cuestión no es si Dios habla. La pregunta es si le estoy escuchando y respondiendo cuando Él me llama.
La palabra hebrea utilizada frecuentemente para describir la lectura pública de las Escrituras es miqra, que puede traducirse como “alguien clamando”. Dios nos llama desde las páginas de Su Palabra. No solo eso, Él nos llama ¡por nuestro nombre! Isaías 43:1 dice “Te he llamado por tu nombre; Mío eres tú” (NBLA).
Dios siempre ha llamado a Su pueblo. Dios llamó a Samuel, y ¡te llama a ti! Así que hoy, cuando sintamos el empujoncito sutil de Su Espíritu o Su voz susurrando a nuestro corazón, respondamos: Habla, que Tu sierva te escucha. Yo te escucho. Haré lo que Tú me indiques.
Padre Celestial, perdóname por ignorarte mientras me llamas por mi nombre. Perdóname cuando ignoro las verdades de Tu Palabra, ya sea porque van en contra de lo que la sociedad me dice, o por cualquier otra razón. Ayúdame a escucharte rápidamente y a obedecerte completamente. En el Nombre de Jesús. Amén.
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Mateo 7:24-25, Por tanto, todo el que me oye estas palabras y las pone en práctica es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. Cayeron las lluvias, crecieron los ríos, soplaron los vientos y azotaron aquella casa; con todo, la casa no se derrumbó porque estaba cimentada sobre la roca. (NVI)
Mateo 13:16, Pero dichosos los ojos de ustedes porque ven y sus oídos porque oyen. (NVI)
¡Nos encantaría saber de ti! Si estás comprometida a escuchar y responder al llamado de Dios a tu corazón, deja un comentario con las palabras «Señor, háblame, tu sierva te escucha».
© 2025 por Sharon Jaynes. Todos los derechos reservado
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