Allí estaban, sentadas frente al sepulcro, María Magdalena y la otra María. Mateo 27:61 (NVI)
Nota de la editora: El devocional de hoy forma parte de nuestra serie de la Semana Santa. Acompáñanos mientras experimentamos el poder del amor de Jesús, recordamos Su sacrificio y caminamos en la victoria de Su Resurrección. Nuestra oración es que esta serie prepare tu corazón para el gozo que hallamos en la Pascua. ¡Inscríbete ahora!
Jesús ya estaba muerto y enterrado el Sábado Santo. La sensación de ser un momento irreversible debió haber abrumado a los discípulos. Estaban atrapados entre la intensidad de la muerte de Jesús y las dudas sobre Su resurrección. Todo estaba quieto y en silencio, y es muy probable que no estuviesen seguros sobre el paso siguiente. Este momento me recuerda a una experiencia que tuve con el silencio.
«Tu tarea es preguntarle a Dios qué quiere enseñarte y anotarlo». Esa fue la asignación de mi terapeuta. Ella quería que me sentara en silencio con papel y lápiz hasta que Dios respondiera.
¿Qué?
Inmediatamente me sentí incómoda. Usualmente, yo era quien hablaba en mi tiempo de oración, sin mencionar que posiblemente no soy la persona más paciente del mundo. ¿Exactamente cuánto tiempo se supone que debo quedarme arrodillada, esperando que Él me hable?
Renuentemente acepté su tarea. Al inicio, toleraba permanecer quieta por unos cinco minutos. La siguiente ocasión, me quedé dormida en el piso. El tercer intento me llevó a más tiempo sentada, en inquietud y silencio. Día tras día me sentaba, preguntándome si mis pensamientos eran míos o si provenían del Espíritu Santo.
Quería que este ejercicio fuera rápido, una actividad que pudiera tachar de mi lista de quehaceres. Pero esta tarea no podía ser apresurada; requería que permaneciera sentada y quieta.
Después de la muerte de Jesús, vemos la voluntad de María Magdalena de permanecer quieta. Después de que Jesús fue crucificado, José de Arimatea pidió Su cuerpo. Él lo envolvió en ropas limpias de lino y lo colocó en una tumba nueva. Luego, Mateo 27:61 dice, “Allí estaban, sentadas frente al sepulcro, María Magdalena y la otra María”.
Ya sea que estuvieran llorando o en estado de shock, permanecieron… fieles a Jesús tanto en la muerte como en la vida.
María Magdalena no quería nada de Él, pero igualmente decidió quedarse en la presencia de su Salvador. Lo que Cristo hizo fue suficiente para que ella lo amara. En Lucas 8:1-3, se nos muestra que Jesús había echado siete demonios fuera de ella. Como resultado, María Magdalena dedicó su vida a seguir a Jesús donde sea que Él fuera, incluso a Su tumba.
María Magdalena fue fiel en el silencio. La incertidumbre del mañana no la preocupaba. Simplemente en su duelo, se quedó junto a la tumba de su Señor.
Este tipo de quietud es la lección que aprendí, meses después que mi terapeuta me asignó mi tarea. Mientras escribía en mi diario, finalmente entendí que Dios había respondido mi pregunta durante todo el año. Él me había dado revelación y conocimiento sobre áreas específicas de mi vida.
Supuse que Su respuesta sería inmediata, sin darme cuenta que llegaría en Su tiempo. Quizás Dios esperaba que la postura de mi corazón reflejara la de María Magdalena: quieta, anhelando permanecer en la presencia de nuestro Salvador.
Padre celestial, enséñame a contentarme al permanecer quieta y descansando en Ti. En el Nombre de Jesús, Amén.
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Juan 19:25, Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la esposa de Cleofas, y María Magdalena. (NVI)
¿De qué manera podría Dios estar guiándote a quedarte y permanecer? ¿Qué lección podría estar enseñándote el Espíritu Santo?
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