…has juntado todas mis lágrimas en tu frasco; has registrado cada una de ellas en tu libro. Salmo 56:8b-c (NTV)
Como la llorona asidua que soy, nunca me ha gustado la etiqueta negativa que se le pone al llanto. En mi opinión, ningún llanto es feo o negativo. Sollozos incontrolables que hacen que mi cuerpo tiemble y que se corra mi rímel… un momento sagrado. El llanto que me deja los ojos hinchados y la cara enrojecida… es algo entrañable.
Los humanos son los únicos seres vivos en la tierra que lloran por razones emocionales. Es un honor sagrado poder expresar nuestras emociones de una manera tan visceral y física. Las lágrimas nunca son feas, sino saludables, purificadoras, liberadoras y hermosas.
En los casi seis años desde que murió mi marido Rob, he llorado mucho. Lloro cuando pienso en la felicidad de mi vida pasada junto a él y cuando me duele el corazón por su ausencia. Lloro con un gozo agridulce cuando mis hijos alcanzan logros que Rob no presenciará nunca. Lloro con gratitud por la obra restauradora de Dios en mi vida, la prosperidad que Él ha hecho florecer de las cenizas de mi pérdida.
Cada lágrima revela las profundidades de mi corazón, lleno de amor y luchando con la pérdida.
Las lágrimas también se han convertido en mensajeras para los que están cerca de mí, que les invitan a ofrecerme un trato compasivo y una presencia amorosa. Han predispuesto mi corazón para aquellos que también están afligidos, proporcionándoles una comunidad y la oportunidad de consolarlos con el consuelo que he recibido en Cristo (2 Corintios 1:4).
Incluso cuando nadie ve, estoy segura de que Dios me ve. El salmista David nos dice que Dios toma en cuenta nuestro dolor: “…has juntado todas mis lágrimas en tu frasco; has registrado cada una de ellas en tu libro” (Salmos 56:8b-c). Tal y como Jesús le preguntó a María Magdalena junto a la tumba vacía, nuestro Salvador nos pregunta, “«… ¿por qué lloras?»” (Juan 20:15, NBLA), haciendo una pausa para escuchar la razón de nuestro dolor. Todas nuestras lágrimas son valiosas para Él.
Algunas veces las personas que están en duelo se disculpan por llorar. En el supermercado o en el consultorio médico, sus ojos se llenan de lágrimas y dicen, «lo siento. No quería llorar». Creen que sus lágrimas no son bienvenidas y que las deben ocultar. Quizá tú seas una de esas personas. Yo también he tratado de justificar mis emociones para hacer sentir más cómoda a alguien más.
Gracias le doy a Dios que mi dolor no repulsa al Gran Doctor. No hace que el Príncipe de Paz esté intranquilo o incómodo. En cambio Jesús, el hombre que estaba profundamente familiarizado con el dolor (Isaías 53:3), nos anima a llevar nuestros problemas, grandes y pequeños, ante Él. Nos abraza con Su amor, protegiendo nuestros corazones heridos como un pájaro que esconde a sus polluelos bajo la sombra de sus alas (Salmo 17:8).
Y lo mejor de todo, algún día el Señor con Su poder glorioso enjugará toda lágrima de los ojos (Apocalipsis 21:4). Las gotas que una vez mancharon nuestros rostros se transformarán en el gozo de la vida eterna, y la maldición terrible de la muerte desaparecerá. ¡Serán lágrimas maravillosas!
Querido Dios, gracias por nunca abandonarme en mi tristeza. Tú conoces mi dolor, y Tu consuelo sobrepasa cualquier otro consuelo que el mundo pueda ofrecer. Enséñame a descansar en Tu cuidado amoroso mientras consuelas mi corazón roto. Ayúdame a encontrar gozo en la sombra de Tus alas. En el Nombre de Jesús, Amén.
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Salmo 57:1, ¡Ten misericordia de mí, oh Dios, ten misericordia! En ti busco protección. Me esconderé bajo la sombra de tus alas hasta que haya pasado el peligro. (NTV)
1 Pedro 2:24, Él mismo llevó nuestros pecados en Su cuerpo sobre la cruz, a fin de que muramos al pecado y vivamos a la justicia, porque por Sus heridas fueron ustedes sanados. (NBLA)
El autocuidado en el dolor comienza con actos pequeños que nos aportan consuelo físico y emocional, y que nos recuerda la presencia de Dios con nosotros. ¿Qué tres cosas simbolizan para ti este cuidado personal en esta época de tu vida?
¿No eres una llorona innata? ¡No te preocupes! Nombra dos maneras en que te sientes más cómoda a la hora de expresar tu dolor. ¡Compártelo en los comentarios!
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