Una cosa he pedido al SEÑOR, y esa buscaré: Que habite yo en la casa del SEÑOR todos los días de mi vida, Para contemplar la hermosura del SEÑOR … Salmo 27:4 (NBLA)
El otro día, perseguí un amanecer.
Era una mañana clara, la primera en muchos días, y sabía que Dios estaba a punto de ofrecerme un tremendo espectáculo. No queriendo perderme ni un minuto, me puse los tenis y salí por la puerta.
Con mis ojos en el cielo, caminé a paso rápido por las calles que sabía que me llevarían al lugar donde se podían ver los mejores primeros destellos de la luz de la mañana. Había visto el sol ascender allí muchas veces antes, pero por alguna razón, el deseo de presenciarlo esa mañana era particularmente intenso.
Finalmente llegué al lugar perfecto, me detuve y simplemente miré la esfera de luz que se elevaba, coloreando lentamente el cielo. Saqué unas fotos y bendije a Dios por la hermosura de una nueva mañana.
Y eso fue todo.
No sé qué esperaba exactamente, pero ningún pensamiento profundo inundó mi mente. No se me ocurrió ninguna epifanía. Ninguna voz interna susurraba alguna palabra.
Sin embargo, a medida que continuaba mi paseo, mi corazón se sentía lleno. Vivo. Curiosamente, el simple hecho de contemplar el hermoso amanecer fue suficiente y satisfizo mi alma.
Me pregunto si esto es lo que Davíd tenía en mente cuando escribió sobre su mayor deseo en el Salmo 27:4: “Que habite yo en la casa del SEÑOR… para contemplar la hermosura del SEÑOR”.
Parece que Davíd experimentó satisfacción del alma en el acto sencillo de contemplar la belleza y el esplendor del Señor. Pero con demasiada frecuencia, cuando “contemplo a Dios” en mi tiempo a solas con Él, solo estoy buscando pensamientos para anotar, versículos Bíblicos para subrayar o respuestas para satisfacer mis preguntas. Cuando este es el caso, a mi alma le puede faltar frescura y vida.
Cuando disminuyo la velocidad de mi vida y a veces dejo el bolígrafo a un lado para contemplar la belleza de Dios como si fuera un amanecer glorioso, captando con los ojos de la fe el despliegue colorido de Su esplendor, experimento una transformación. Mi alma se llena, cobra vida y encuentra gozo.
El Salmo 16:11 nos recuerda: “En Tu presencia hay plenitud de gozo” (NBLA).
Esto me hace pensar que hay momentos cuando nuestras almas no necesitan más información, anotaciones o memorización. Tal vez solo necesitan más admiración. Una admiración de Aquel cuya magnificencia y majestad en sí son suficientes para satisfacer nuestras almas.
¿Sientes tu alma vacía o te falta gozo hoy? Haz una pausa. Siéntate y contempla la belleza radiante del Señor y permite que Él, con todo Su ser, te refresque y te llene el alma.
Padre, confieso cuántas veces permito que las cosas terrenales me roben la mirada. Gracias por atraerme fielmente hacia Ti para contemplar Tu belleza. Verdaderamente eres la única maravilla que satisface y llena mi alma. En el Nombre de Jesús, Amén.
Cuanto más contemplamos a nuestro Señor, más lo queremos contemplar. En Deléitate en Dios por A.W. Tozer, puedes explorar los atributos de Dios y Su carácter revelados por las Escrituras. Estamos aquí para servir y adorar al Señor, y solamente podemos cumplir esa misión si reconocemos quién es Él. Esta es la esencia de la vida cristiana, y la fuente de toda nuestra plenitud, gozo y consuelo.
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Salmo 63:1-3, Oh Dios, Tú eres mi Dios; te buscaré con afán. Mi alma tiene sed de Ti, mi carne te anhela cual tierra seca y árida donde no hay agua. Así te contemplaba en el santuario, Para ver Tu poder y Tu gloria. Porque Tu misericordia es mejor que la vida, Mis labios te alabarán. (NBLA)
¿Cómo te llena el alma ver la gloria de Dios? ¿De qué maneras prácticas puedes contemplar a Dios? Tómate un momento para anotar algunas de Sus glorias que ves y alábalo por ellas hoy.
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© 2025 por Michelle Snippe. Todos los derechos reservados.
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