Las armas con que luchamos no son del mundo, sino que tienen el poder divino para derribar fortalezas. 2 Corintios 10:4 (NVI)
Mientras escuchaba las noticias, me sentía cada vez más molesta por la realidad de lo que estaba sucediendo en el mundo. «¡Eso no está bien!» exclamé frente a la pantalla de la televisión. Durante días, me encontraba frustrada con todos los titulares, los comentarios y con cualquiera que no estuviera de acuerdo conmigo.
Mis emociones consistían de una mezcla de enojo, ansiedad, tristeza y conmoción. La realidad de lo que se estaba reportando en las noticias nacionales e internacionales era abrumadora. Me sentía atrapada.
Y, lamentablemente, esto no fue algo que pasó solo una vez. Me he encontrado volviendo a este lugar una y otra vez, ya que he dejado que el clima político actual me robe mi paz.
Quiero cambiar los resultados.
Quiero cambiar a la gente.
Quiero ganar discusiones.
He estado obsesionada con problemas que no puedo controlar y me cuesta aceptar lo que realmente marcaría la diferencia…
Solo el poder de Dios hará la diferencia.
Sin embargo, he escuchado un sentimiento similar de impotencia de muchos cristianos. A veces actuamos como el mundo: irascibles, fácilmente irritables, defensivas, tensas y divididas, guardando rencores. A menudo estamos en desacuerdo unas con otras.
El apóstol Pablo era muy consciente de esta inclinación, y dio a los creyentes algunas orientaciones de precaución en 2 Corintios 10:4 cuando dijo, “Las armas con que luchamos no son del mundo, sino que tienen el poder divino para derribar fortalezas”.
La iglesia de Corinto estaba dividida y provocada por falsos maestros, y Pablo estaba escribiendo para refutarlos, no con estrategias de este mundo, sino con armas espirituales.
Esto nos recuerda que no podemos realmente demoler fortalezas como argumentos falsos, orgullo, mentiras y pecado a través de tácticas que emplea el mundo. Cosas como tener la última palabra; buscar venganza; o explotar el dinero, el poder y la fuerza no son en lo que debería basarse nuestra confianza. Por el contrario, luchamos con armas celestiales: oración, humildad, verdad, justicia, amor incondicional y nuestro testimonio sobre el sacrificio de Jesús en la cruz (Apocalipsis 12:11).
Estas armas pueden parecer débiles. Nunca hemos oído a un comandante militar dar órdenes así. Sin embargo, nuestro Comandante no es de este mundo, y nosotras tampoco lo somos, si somos seguidores de Jesucristo. Dios dice que podemos derribar fortalezas con Sus armas porque las acompañan Su poder divino, sobrenatural e inexplicable.
En la época de Pablo, un alcázar era una fortaleza que protegía contra los enemigos, a menudo construida en un terreno elevado y rodeada de paredes de piedra. Pero la Escritura dice que las armas celestiales, por más sencillas que parezcan, tienen el poder de destruir hasta la fortaleza más impenetrable.
Cuando nos sentimos impotentes para cambiar problemas, personas y resultados, podemos confiar en las armas poderosas que nos ha dado nuestro Comandante. Esta es la forma inesperada de luchar: no contra los demás, sino por el Reino de Dios. Así es como ganamos.
Padre celestial, ayúdame a dejar las armas de este mundo y a elegir confiar en el poder divino que viene de Ti. En el Nombre de Jesús, Amén.
En la batalla espiritual, tenemos una arma poderosa en la oración. En Oración ferviente por Priscilla Shirer, encontramos estrategias de oración que golpearán al enemigo donde más le duele: las que anunciarán nuestra confianza en Cristo. Con cada estrategia nueva que construyamos, convertiremos las batallas más despiadadas de la vida en ataques precisos contra el adversario y su astucia engañosa. Y el Espíritu Santo impulsará cada uno de esos ataques.
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Efesios 6:10, Por último, fortalézcanse con el gran poder del Señor. (NVI)
¿Cómo crees que cambiaría como te relaciones con las personas con las que no estás de acuerdo si dependieras de armas celestiales?
¿En qué área sientes que Dios te está guiando para enfrentar una fortaleza en tu vida? ¿Cómo te está guiando para hacerlo?
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