Toda rama que en mí no da fruto la corta; pero toda rama que da fruto la poda para que dé más fruto todavía. Juan 15:2 (NVI)
Esperar no es fácil, ¿verdad? Tanto si se trata de esperar una oferta de trabajo, la restauración de una relación rota o la claridad sobre el futuro, la espera puede resultar frustrante o incluso, un castigo.
Pero, ¿y si la espera es una preparación para algo más profundo?
Hace varios años, mi familia y yo nos encontrábamos en un momento de espera profunda. Llevábamos tanto tiempo con oraciones sin respuesta que era fácil creer que habían sido olvidadas. Un día, en medio del peso de todas esas preguntas, me di cuenta de algo: esperar no significaba que Dios me estuviera ocultando algo. Significaba que Él estaba preparando un espacio en mí para el crecimiento, la claridad y Su propósito.
Al igual que un jardinero poda las ramas, Dios estaba cortando el desorden en mi vida para que pudiera ser más fructífera. En lugar de consumirme con la ilusión de lo que vendría después, comencé a preguntarme: ¿qué puedo hacer de este momento?
Las palabras de Jesús en Juan 15 revelan una verdad que es fácil pasar por alto:
»Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el labrador. Toda rama que en mí no da fruto la corta; pero toda rama que da fruto la pod para que dé más fruto todavía (Juan 15:1-2, NVI).
La espera y la poda suelen ir de la mano. Podar no es hacernos daño. La poda nos libera de la distracción, de prioridades equivocadas e incluso de decepciones para que podamos prosperar donde Dios nos tiene ahora mismo.
Es fácil llenar nuestras vidas con agendas ocupadas, deslizamiento infinito en el celular o comprometernos demasiado con cosas que creemos que “deberíamos” estar haciendo. Estas distracciones pueden agobiarnos y desplazar la obra de Dios en nuestras vidas.
A veces, para hacer lugar a Dios, debemos desprendernos de lo innecesario. ¿Cuáles son las “ramas” que necesitas podar en tu vida? ¿Están el perfeccionismo, la comparación o las relaciones malsanas ocupando tu energía emocional? Cuando soltamos lo que nos detiene, creamos espacio para que Dios se mueva.
Esperar no es algo pasivo. Es una entrega activa. Es cambiar nuestro enfoque hacia la confianza en Dios y acercarnos más a Él. Mis periodos de espera se han convertido en algunos de mis momentos de mayor adoración, no porque hayan sido fáciles, sino porque me han recordado lo mucho que le necesito.
Amiga, Jesús está con nosotras en la lenta espera. No está al otro lado de la puerta, manteniendo la bendición fuera de nuestro alcance hasta que nos la ganemos. Él está aquí, podándonos y dándonos forma para que cuando llegue el momento, estemos listas para el fruto que Él ha estado cultivando todo el tiempo.
Padre Celestial, ayúdame a confiar en Ti mientras espero. Enséñame a liberarme de las distracciones y a hacer espacio para que obres en mi vida. Ayúdame a ver este tiempo como una oportunidad para crecer más profundamente en mi fe y más cerca de Tu corazón. Elijo creer que mi espera tiene un propósito. Gracias por ser fiel en cada momento. En el Nombre de Jesús, Amén.
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Hebreos 12:1-2a, Por tanto, también nosotros que estamos rodeados de una nube tan grande de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe (NVI)
¿Qué "rama" de tu vida necesitas podar para poder experimentar un nivel más profundo de confianza y crecimiento con Dios? ¡Compártela con nosotras en los comentarios!
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