La oración que cambió la forma en la que le hablo a Dios

No quería decirlo, sentirlo ni luchar contra ello. Sin embargo, sé que es imposible resolver problemas que me niego a reconocer.

No estoy segura de que el Señor esté realmente conmigo.

Sospechaba constantemente de que otros cristianos tenían una conexión más directa con Dios que la que yo poseía. Parecía que las cosas simplemente les salían bien. Llevaban diarios de gratitud y tenían mucho que escribir en esas páginas. Cuando estudiábamos la Biblia juntos, ellos expresaban revelaciones increíbles: «estos versículos realmente hablaron a mi corazón… El Señor me mostró algo asombroso… Veo Su mano en acción».

Quería recoger tranquilamente mis apuntes y mi Biblia e irme a casa. ¿Qué me faltaba?

Pero tenía demasiado miedo de admitir mi inseguridad o hacer preguntas, así que me quedé callada. Todo el rato, no podía quitarme de la cabeza estos pensamientos fastidiosos: si Jesús realmente se preocupa por mí, ¿por qué parece estar ocultándose de mí? Y si Jesús realmente quiere tener una relación conmigo, ¿por qué no puedo verle, escucharle y llegar a conocerle?

Entonces recordé un consejo sobre relaciones que había escuchado: si la gente quiere mejorar sus conexiones con amistades y familiares, tiene que comunicar sus deseos con más claridad.

Quizás eso es lo que necesitaba hacer con Jesús. Así que escribí tres deseos que tenía para mi relación con Jesús:

1. Quiero verte.

2. Quiero escucharte.

3. Quiero conocerte.

Sabía que probablemente no vería ni oiría físicamente a Jesús. Pero mi corazón gritaba por ver pruebas de Su realidad en mi vida, por experimentar Su presencia y caminar con Su seguridad.

Luego leí Mateo 5:8: “Dios bendice a los que tienen corazón puro, porque ellos verán a Dios”. No es la persona perfecta la que verá a Dios. Es la de “corazón puro”, aquella que realmente quiere seguirle.

Agregué a mi lista: quiero seguirte con denuedo cada día de modo que, antes de que mis pies toquen el suelo, digo «sí» a Ti. Y mientras oraba esto cada día, comencé a buscar a Dios con mayor intencionalidad, viviendo con la expectativa de que esta oración sería respondida.

Ya han pasado más de 25 años desde que empecé a orar esta oración.

Y soy diferente porque he aprendido a practicar la presencia de Jesús y a experimentarlo a diario. Ha sido una búsqueda intencionada y diaria. Buscándolo en lugares inesperados. A través de lo bueno, lo no tan bueno y todo lo demás.

Ahora, esa duda que una vez me atormentó puede regresar a mi mente, pero ya no me hace caer en pánico y desesperanza. No tengo miedo de que la duda sea una señal de que mi fe es débil. En cambio, la veo como una invitación a seguir buscando al Señor.

Querido Señor, mi mayor deseo es conocerte más y verte en cada parte de mi vida. Hoy digo «sí» a Ti y declaro mi confianza en Tu plan. En Nombre de Jesús, Amén.

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PROFUNDICEMOS

Jeremías 29:13, Me buscarán y me encontrarán cuando me busquen de todo corazón. (NVI)

¿De qué maneras luchas contra la duda? ¿Cómo podrías buscar a Jesús de una manera aún más profunda hoy? Considera la posibilidad de escribir tu propia oración personal y elevarla cada día esta semana.

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