Mejor es el fin de un asunto que su comienzo; Mejor es la paciencia de espíritu que la arrogancia de espíritu. Eclesiastés 7:8 (NBLA)
Llevo semanas repitiendo la misma rutina cada mañana de trabajo. Me subo al auto con la esperanza de que mi ruta habitual no me deje atrapada otra vez en el tráfico. Pero a los trabajadores de construcción no parece importarles que yo tenga que llegar a un lugar importante. En vez de eso, cierran carriles y levantan el cartel de “despacio”.
Lo reconozco: soy una persona impaciente. No soy buena para esperar en tráfico, en la fila del supermercado ni en los autoservicios. Quizás también pueda culpar a nuestra cultura: con solo un clic podemos comprar, pedir la cena y conectar con amigas, todo sin esperar.
Sin embargo, la Biblia habla con frecuencia de la sabiduría que viene con la espera. Eclesiastés 7:8 nos dice: “Mejor es el fin de un asunto que su comienzo; Mejor es la paciencia de espíritu que la arrogancia de espíritu”.
Según este versículo, el orgullo y la impaciencia tienen mucho en común. Cuando somos impacientes, damos prioridad a nosotras mismas y a nuestras agendas. Incluso podemos obviar el amarle a Dios y amar a los demás, porque nos importa más nuestro plan.
En mi impaciencia, me frustro fácilmente cuando los demás no siguen mi cronograma, y enseguida muestro mi desaprobación. Otro gran problema es que la impaciencia puede escalar rápidamente. De pronto, los resoplidos se convierten en palabras de enojo, de las que quisiera poder retractarme.
En medio de esta lucha, muchas veces debo recordarme la paciencia que Dios demuestra. En el libro de Éxodo, el Señor le recordó a Moisés Su fidelidad y paciencia hacia Israel. Muchos salmistas alabaron a Dios por Su misericordia, gracia, paciencia y amor inagotable. El profeta Nahúm le dijo a la ciudad rebelde de Nínive que Dios es “lento para la ira” (Nahúm 1:3, NBLA). Tanto Pablo como Pedro hablaron de la paciencia de Dios, incluso hacia los que no creen (Romanos 2:4; 2 Pedro 3:9).
Crecer en paciencia es un acto de humildad. Aprendemos a enfocarnos en los demás en lugar de enfocarnos en nosotras mismas. Confiamos en que Dios está en control. Reconocemos que Él nunca tiene prisa y que completará Su obra en nosotras y a través de nosotras, haciéndonos más parecidas a Él.
Aprender a ser pacientes en las cosas pequeñas nos preparará para ser pacientes en las grandes. Cuando cambiamos el enfoque de la frustración a la fe, podemos creer que Dios usa todo en nuestras vidas para nuestro bien y para Su gloria.
Incluso los embotellamientos de tráfico.
Mañana tomaré la misma ruta para ir al trabajo. Probablemente me quedaré sentada en el tráfico. Incluso puede que vuelva a ver a un trabajador agitando su cartel de “despacio”. Pero esta vez esperaré en silencio y con paciencia, recordando que, gracias a la paciencia de Dios conmigo, soy perdonada, redimida y amada.
Querido Dios, gracias por Tu paciencia que me ofrece perdón, misericordia y gracia. Ayúdame a mostrar esa misma paciencia mientras cumples Tu propósito en mi vida, aún cuando no lo entiendo. Ayúdame a confiar en que estás obrando todo para mi bien. En el Nombre de Jesús, Amén.
Desde las desilusiones y retrasos diarios hasta las pérdidas que alteran la vida, a menudo vemos la vida muy lejos de la realidad que anhelamos. Pero podemos encontrar una fortaleza inesperada a medida que luchamos entre nuestra fe y nuestros sentimientos. En No debería ser así, Lysa TerKeurst nos invita a entrar en su propio camino de fe y, con perseverancia, vulnerabilidad y humor honesto, nos ayuda a procesar mejor las expectativas no satisfechas y otras situaciones dolorosas al apoyarnos en Dios.
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Romanos 12:12, Alégrense en la esperanza, muestren paciencia en el sufrimiento, perseveren en la oración. (NVI)
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© 2025 por Linda Seabrook. Todos los derechos reservados.
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