Y yo pediré al Padre y él les dará otro Consolador para que los acompañe siempre … Juan 14:16 (NVI)
«¿Comiste algo hoy?», le pregunté a mi mamá mientras hablábamos por teléfono.
«No tenía ganas de comer». Me pareció extraño, pero era algo que ya había dicho antes, así que no me preocupé.
Sin embargo, la siguiente vez que la llamé, descubrí que se había convertido en un patrón.
No parecía ser la misma y comía poco o nada. Mi esposo me preguntó si necesitaba ir a verla en persona, y al principio le dije que no porque teníamos un viaje planeado para finales de mes.
Pero esa misma semana, sentí una advertencia sutil del Espíritu Santo: instando que para finales de mes sería demasiado tarde; tenía que irme ya. Un jueves, temprano por la mañana, tomé un vuelo a Texas para ver cómo estaba mi mamá.
La encontré desorientada, gravemente deshidratada y con una infección. Llegué justo a tiempo para llevarla al hospital.
El Espíritu Santo continuó advirtiéndome, guiándome y ayudándome mientras asumía el rol de cuidadora. Aunque me sentía mal equipada y abrumada, nunca estuve sola.
Jesús hizo esta promesa a Sus discípulos mientras los preparaba para Su crucifixión en Juan 14:16: “Y yo pediré al Padre y él les dará otro Consolador para que los acompañe siempre…”.
Como Jesús comprendía profundamente la confusión y la preocupación de los discípulos al enterarse de que Él dejaría la tierra, les ofreció consuelo. No los dejaría sin ayuda: Dios Padre les enviaría el omnipresente y todopoderoso Espíritu Santo. La palabra griega para “Consolador” en el versículo clave de hoy es parakleton. Significa alguien que se acerca para ayudar o auxiliar. Describe a un consejero, intercesor, consolador y amigo.
Jesús es completamente Dios en un cuerpo completamente humano, pero ya no estaría presente físicamente con Sus discípulos después de Su muerte, resurrección y ascensión. Sin embargo, el Espíritu Santo mora internamente en quienes han puesto su fe en Jesucristo; Él es Dios con nosotras siempre, incluso cuando nos sentimos solas.
Como hija única, a menudo pensaba en lo sola que me encontraba de pequeña, y a medida que mis padres envejecen, a veces también me siento sola como cuidadora. Pero sé que las palabras de Jesús son aplicables a mí en cada circunstancia que enfrento, como lo demostró en aquel viaje de emergencia a Texas.
Estuvo conmigo en el vuelo, en el auto y en la habitación del hospital. Me ayudó a asumir más responsabilidades por mi madre y continúa consolándome mientras me adapto al proceso inevitable de envejecimiento.
Cuando enfrentamos momentos difíciles, podemos hallar consuelo en la realidad de que nunca estamos solas.
Padre Celestial, ayúdame a recordar que el Espíritu Santo está conmigo y que nunca estoy sola. En el Nombre de Jesús, Amén.
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