Una invitación a la mesa

Hace años, me invitaron a un retiro de estrategia para la organización donde trabajaba. ¡Estaba muy emocionada! Me encanta estar rodeada de pensadores creativos y líderes visionarios.

Lógicamente, entendí por qué me encontraba allí… era la asistente ejecutiva de uno de los líderes, tenía un conocimiento profundo de la organización y, además, era la encargada de tomar notas. Me sentía emocionada y honrada de ser incluida.

Sin embargo, durante una de las sesiones, cometí un error insensato. Miré alrededor de la mesa en forma de U y comencé a enumerar en silencio las credenciales de todos los presentes. Mala idea. Eran lideres altamente calificados con mucha experiencia, y yo me sentía insignificante, insegura e increíblemente incompetente en comparación.
Y es en ese momento cuando empezó la fiesta de la autocompasión en mi cabeza.

No perteneces aquí.
No aportas nada.
Solo eres la asistente. Nada más.

En lugar de rechazar esas mentiras, las acepté. Aunque estuve presente en la sala, me encontraba completamente absorta en mi fiesta de la autocompasión; ¡hasta había una bola de discoteca! ¿Has auspiciado una fiesta semejante en algún momento de tu vida?

Pero Dios, en Su misericordia, interrumpió mi autocompasión. Me recordó algunas verdades con dulzura.

Estás aquí porque te invité.
Estás calificada porque yo te califiqué.

No fue mi puesto ni mis credenciales lo que me ganó ese puesto. Fue la mano de Dios la que me llevó a la mesa. Y esa verdad lo cambió todo.

A menudo olvidamos que es Dios Quien nos capacita. No la enseñanza ni la educación, el estatus, la riqueza ni el talento. Solo Él nos capacita.

Colosenses 1:12 dice que Dios es el Padre Quien “…los ha facultado para participar de la herencia de los creyentes en el reino de la luz”. Y 1 Corintios 1:27 nos recuerda que “Dios escogió lo tonto del mundo para avergonzar a los sabios, y escogió lo débil del mundo para avergonzar a los poderosos” (NVI).

Si el enemigo alguna vez te ha susurrado que no perteneces, que no eres suficiente o que no tienes nada que ofrecer o aportar, reconoce esos pensamientos por lo que son… mentiras.

Amigas, Dios nos ha invitado a Su mesa. La única credencial necesaria fue pagada por Jesús en la cruz. Perteneces, no solo por quién eres, sino por a Quién perteneces.

Estás sentada con Cristo en lugares celestiales (Efesios 2:6). Eres llamada, elegida y capacitada. Así que camina con confianza en los lugares a los que Él te lleva, sabiendo que ¡estás allí porque Dios te ha capacitado para estar allí! 

Dios, gracias por llamarme a Ti mismo, por invitarme a compartir la herencia de Tu pueblo. Ayúdame a recordar que no necesito vivir según los estándares de este mundo. Me das todo lo que necesito para la vida y la piedad (2 Pedro 1:3), y eso es suficiente. En el Nombre de Jesús, Amén.

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2 Pedro 1:3, Dios, por su poder, nos ha concedido todo lo necesario para una vida plenamente piadosa mediante el conocimiento de quien nos llamó con su propia gloria y potencia (BLPH)

Efesios 2:10, Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas. (LBLA)

¿Hay áreas de tu vida en las que te sientas descalificada? ¿Qué te podría estar diciendo Dios en esos momentos?

¿Qué pasajes bíblicos puedes memorizar para combatir la mentira de “no eres suficiente”? Empecemos con Efesios 4:12-13.

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© 2025 por Cicely Thomas. Todos los derechos reservados.

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