El prudente ve el peligro y lo evita; el inexperto sigue adelante y sufre las consecuencias. Proverbios 27:12 (NVI)
Al norte de California, nada hará que tu corazón lata más rápido que el grito «¡fuego!» en tu casa.
Así que cuando escuché golpes en mi puerta principal y una voz que no reconocí gritando «¡fuego!» en nuestra casa adosada, mi cerebro se paralizó.
Ese día, mi esposo Roger y yo estábamos trabajando desde casa en habitaciones separadas. Tan pronto como escuchamos el grito, agarré mi celular. Roger cargó a nuestro perro de 17 kilos, Jake, bajamos las gradas, y terminamos en el césped frente a nuestra casa, descalzos y en pánico.
La escena parecía un episodio de Chicago Fire — dos puertas más abajo, la casa de nuestro vecino estaba envuelta en llamas. Al lado, la casa llena de humo. Estábamos sólo a una o dos paredes de distancia de que nuestra casa también terminara ardiendo en llamas.
Mientras estábamos en el césped sin nuestras billeteras, llaves del auto y zapatos, un pensamiento vino a mi mente. Le pregunté a mi esposo, «Rog, Jeremy todavía no ha vuelto a casa de la universidad, ¿verdad?». Jeremy era nuestro hijo universitario, y era su primer día de clases. Yo no tenía idea de cuál era su horario.
«No, lo habríamos escuchado»… Roger respondió, y luego corrió de vuelta a la casa y subió las gradas.
Menos de un minuto después, Roger apareció en la puerta y detrás de él, Jeremy soñoliento.
A Roger le gustaría que se mencionara que él corrió a un edificio en llamas para salvar a su hijo. Pero es bastante difícil evitar el hecho de que, al salir del edificio en llamas, agarramos al perro, pero dejamos al hijo.
¿Vives bajo la misma ilusión que yo vivía, antes del incendio? Que cuando surja una emergencia sabrás automáticamente qué hacer.
O tal vez, sabes que no estás preparada para una emergencia, así que es más fácil no pensar en ello ahora.
Pasé la mayor parte de mi vida viviendo entre estos dos extremos — sacándolo de mi mente, esperando que no hubiera una emergencia, y sobreestimando enormemente mi capacidad para lidiar con una crisis, en caso que surgiera alguna.
Pero salir de la casa durante un incendio— sin todos los humanos — rápidamente disipó todas mis excusas para no estar preparada.
En Proverbios, alguien que reflexiona y anticipa el futuro es alguien digno de ser imitado: El prudente ve el peligro y lo evita; el inexperto sigue adelante y sufre las consecuencias (Proverbios 27:12).
Después de darme cuenta de que las crisis no suceden sólo a otras personas —pueden suceder y me sucederán a mi— quiero ser una persona prudente. Por eso intento hacer algo cada día para prepararme en caso de emergencias e inconvenientes. Las cosas malas ocurren todo el tiempo — tragedias a gran escala como huracanes, incendios forestales o pandemias globales, y desastres a menor escala (pero no menos devastadores) como un susto repentino por cuestión de salud, pérdida de empleo o un colapso informático. Sin embargo, esto no significa que tengamos que vivir en temor constante.
Ya sea planificando las cenas de la próxima semana o haciendo planes de emergencia, hago algo cada día para convertirme en alguien que reflexiona y anticipa el futuro.
A esto lo llamo “cuidar de mi futuro yo”. Cuando no estoy constantemente atrasada, creando excusas o sobregirada (no sólo en mi cuenta de banco, sino en mi vida), puedo cuidar mejor de mí misma y de las personas que amo durante una emergencia.
Padre Celestial, por favor concédeme sabiduría para saber cómo planear el futuro, para que yo pueda estar preparada para cualquier cosa. Ayúdame a estar lista para que también pueda ayudar a otros. En el Nombre de Jesús, Amén.
Verdad para hoy
Proverbios 21:5, Los proyectos del diligente resultarán en abundancia, pero todo apresurado va a parar en la escasez. (RVA-2015)
Proverbios 30:25, las hormigas, animalitos de escasas fuerzas, pero que almacenan su comida en el verano. (NVI)
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Recursos Adicionales
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