Pero te confesé mi pecado, y no te oculté mi maldad. Me dije: «Voy a confesar mis transgresiones al Señor», y tú perdonaste mi maldad y mi pecado. Selah Salmos 32:5 (NVI)
¿Alguna vez has sentido que la persona más difícil de perdonar es a ti misma?
Lo entiendo. Profundamente. Ojalá estuviéramos sentadas juntas para tener una conversación en este momento en lugar de que solo leyeras estas palabras en una pantalla.
Cuando tenía poco más de 20 años, tomé una decisión que de todo corazón quisiera poder regresar el tiempo y cambiarla. Tuve un aborto. Saber que no se podía hacer nada para revertir la decisión que había tomado me llenó del dolor más profundo que jamás había conocido. Luego, cada vez que algo me hacía pensar en el bebé, me horrorizaba tanto la mentira que me habían vendido de que solo se trataba de células dividiéndose ... y no de una vida que comenzó en la concepción.
Y luego, cada vez que escuchaba a otras personas hablar con dureza sobre el aborto, me llenaba de vergüenza. Se sentía como una sentencia de por vida de la que nunca me recuperaría.
Yo decía: “No puedo perdonarme a mí misma.” Lo que quería decir era: “No creo que el perdón sea posible para una persona como yo. Y no creo que alguna vez me libere de la vergüenza de lo que he hecho.”
Tal vez aquí es donde te encuentras ahora mismo: luchando por superar los sentimientos de vergüenza y arrepentimiento por las decisiones que desearías poder volver atrás y cambiar.
Por eso es tan importante para mí compartir contigo lo que he aprendido. Cuando investigué el concepto de perdonarnos a nosotras mismas, me sorprendió un poco descubrir que no está en la Biblia. Empecé a darme cuenta de que, al igual que no podemos lograr la salvación sin Dios, no podemos otorgarnos el perdón por nosotras mismas. El perdón comienza con Dios.
Como no somos el juez, no podemos perdonarnos a nosotras mismas. Entonces, cuando sentimos que estamos luchando por perdonarnos a nosotras mismas, lo que realmente está sucediendo es una lucha por recibir plenamente el perdón de Dios.
Jesús dio su propia vida para otorgarnos el perdón por nuestros pecados, lo cual no es solo una parte de la fe cristiana ... el perdón es la piedra angular de la fe cristiana. El perdón de nuestros pecados no es solo una esperanza que tenemos, es la realidad más grande para todos los que eligen recibir la salvación al aceptar a Jesús como el Señor de sus vidas.
A menudo, lo que nos impide caminar como personas perdonadas es la lucha con los sentimientos de vergüenza y arrepentimiento. Estas son cargas muy pesadas de soportar. En mi propia vida, he llevado muchas cargas. Pero el peso de la vergüenza es, por mucho, el más pesado que he conocido.
Es una carga que Dios no quiere que ninguna de nosotras llevemos. Y estoy muy agradecida por estas tres cosas que finalmente me ayudaron a recibir Su perdón por completo y liberarme del peso condenatorio de la vergüenza:
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Necesitaba tener un momento determinado confesando, arrepintiéndome y pidiéndole perdón a Dios.
Salmos 32:5 dice, “Pero te confesé mi pecado, y no te oculté mi maldad. Me dije: «Voy a confesar mis transgresiones al Señor», y tú perdonaste mi maldad y mi pecado. Selah”. No podía hacer esto por mí misma, porque quería a alguien, un testigo, que pudiera recordarme siempre que había pedido el perdón de Dios y, por lo tanto, estaba perdonada. También verbalicé en voz alta que recibía el perdón de Dios, para poder tener un recuerdo definitivo de yo reconociendo Su don de misericordia.
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Tenía que recordar que la vergüenza y la acusación vienen del enemigo.
Satanás hará todo lo posible para tratar de evitar que compartamos un testimonio del perdón y la redención de Jesús. Y al enemigo le encanta tomar a la gente como rehén de la vergüenza al mantener lo que hicieron oculto en la oscuridad. Estaba aterrorizada de contarle a la gente lo que había hecho. Pero le dije a Dios que compartiría mi historia si alguna vez había una mujer joven en peligro de tomar la misma decisión desinformada que yo. Cuando finalmente dejé que Dios usara mi dolorosa decisión para bien, comencé a ver destellos de redención. Ver a Dios tomar lo que el enemigo pretendía para tal maldad y usarlo para bien no me quitó el dolor, pero sí comenzó a curar mi vergüenza.
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Dejé que mi experiencia ablandara mi corazón.
Saber lo que se siente cometer un error terrible me ha dado más compasión cuando otros cometen errores terribles. Esto no significa justificar un comportamiento que no deberíamos tener en nombre de la compasión. Pero al mismo tiempo, una actitud compasiva nos ayuda a no avergonzar a los demás. No quiero que otro ser humano lleve el terrible peso de la vergüenza, y probablemente no sería tan sensible con los demás como lo soy ahora si no hubiera tenido ese peso yo misma.
La vergüenza y la condena no son de Dios. Confiesa lo que has hecho. Pide el perdón de Dios. Recibe Su perdón. Y luego camina en Su libertad. Puedes vivir el mayor testimonio de la verdad que existe... la redención.
Padre, estoy tan agradecida que el perdón no es algo que tenga que ganar o lograr. Es un regalo de gracia que puedo recibir. Gracias porque la sangre de Jesús fue suficiente para pagar por mi pecado. Ayúdame a recibir todo lo que me estás ofreciendo. En el Nombre de Jesús, Amén.
Verdad para hoy
1 Juan 1:9, Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad. (NVI)
Recursos Adicionales
Si estás luchando por perdonarte a ti misma, mira estos devocionales alentadores sobre la abundante gracia y el perdón de Dios para ti:
Eligiendo aceptar la gracia en todo por Laura Bailey
Diamantes e incendios de basura por Jada McClintick
¿Qué dice Jesús a las mujeres tan evidentemente culpables? por Lisa Bevere
Reflexiona y responde
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