Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica. Efesios 2:10 (NVI)
Últimamente, he disfrutado el ver una cadena de buenas obras en la página de Facebook de nuestra pequeña ciudad.
Todo empezó cuando alguien publicó un mensaje agradeciendo a la persona que pagó por su café esa mañana en el autoservicio del restaurante de comida rápida del vecindario. Ella dijo que decidió mantener activa la cadena de amabilidad, pagando por la comida de la persona detrás de ella en la fila. Muchos de los vecinos comentaron sobre la generosidad de estas acciones y que ellos mismos se sintieron desafiados a hacer algo parecido.
El simple gesto del pago de un café con leche provocó una oleada de buenas obras. En las semanas siguientes la gente continuó sus comentarios de agradecimiento mencionando aquellos que les habían ayudado en diferentes maneras.
Una señora mayor expresó su gratitud porque alguien, en una tarde lluviosa, llevó sus bolsas pesadas de comestibles a su coche.
Una madre joven agradeció a un desconocido por ayudarla en el parque a plegar el cochecito cuando ella estaba muy ocupada con su bebé que lloraba y su niño preescolar que no se quedaba quieto.
Además, otro hombre expresó su asombro cuando descubrió que un desconocido le había pagado el desayuno en la cafetería del barrio.
Cuando pienso sobre el concepto de hacer buenas obras como estas, tengo que detenerme y pensar, ¿de qué sirve todo esto? Nuestro versículo clave de hoy dice, “Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica” (Efesios 2:10).
Este versículo no afirma que debamos esforzarnos para bendecir a otros con buenas obras buscando ser apreciadas; ni siquiera insinúa que debamos hacer buenas obras para que otros se entusiasmen. Y desde luego, no nos impulsa a hacer nuestra parte justa de buenas obras con el fin de ganar nuestra entrada al cielo.
Muchos sistemas de creencias se basan en la mentalidad de “las buenas obras”; si realizamos suficientes acciones buenas, Dios nos dejará entrar al cielo. El cristianismo es todo lo contrario. Dice que nunca seremos lo suficientemente buenos. De hecho, merecemos pasar la eternidad separados de Dios para siempre. Sin embargo, Jesús — quien es el Hijo perfecto de Dios — dio Su vida por nosotras, recibiendo nuestro castigo. Al hacer esto, Él pagó nuestro camino al cielo. (Juan 14:6, Romanos 6:23)
No, no somos salvas por nuestras buenas obras. Pero sí somos salvas para hacer buenas obras, aquellas que Dios planeó hace mucho tiempo para tener en nuestras listas de tareas diarias.
En el griego original, la palabra buenas en Efesios 2:10 es agathos. Significa “intrínsecamente amable” – una bondad verdadera que emana de Dios y está empoderada por Él. No hacemos estas buenas obras por nuestras propias fuerzas. Por lo contrario, las hacemos por medio de la fuerza del Señor.
Y como una hermosa gratificación, nuestra bondad hacia otros, que fluye desde Dios mismo, puede ser una manera de mostrarles la bondad de Dios, que a su vez, puede despertar en ellas un deseo de seguirle también. En otras partes de las Escrituras, descubrimos que la bondad de Dios existe para guiar a los seres humanos al arrepentimiento. (Romanos 2:4)
Este término para la bondad es un adjetivo en el griego — chréstos. Es la combinación de dos conceptos: bueno y útil. No hay una palabra en español que en sí misma exprese el doble significado de la palabra. Chréstos significa igualmente bondad en la tierra y útil en la eternidad. Tiene un propósito. Esta benevolencia divina trae beneficio, porque lleva a otros al arrepentimiento.
Es la bondad de Dios, no Su condenación, que gana a otros para Él. Y nuestra amabilidad al hacer buenas obras puede ganar a otros también.
Hoy estemos abiertas a cómo Dios pueda impulsar nuestra amabilidad y pongamos en práctica algunas de las buenas obras que Él dispuso de antemano. Solo recuerda que las buenas obras no son nuestra entrada al cielo… son nuestras órdenes de avanzar aquí en la tierra.
Padre, deseo que mi amabilidad hacia otros venga de Ti y sea fortalecida por Tu Espíritu Santo. Haz que mi conducta haga evidente el Evangelio, señalando a otros hacia la salvación eterna. En el Nombre de Jesús, Amén.
Verdad para hoy
Hebreos 10:24, Considerémonos los unos a los otros para estimularnos al amor y a las buenas obras. (RVA-2015)
Recursos Adicionales
Somos llamadas para hacer las buenas obras, y también para tener una vida de oración. En su libro, Oración ferviente, Priscilla Shirer nos muestra que tenemos un enemigo que está decidido a impedir que tengamos una vida abundante en Cristo. De modo que, este libro es tu oportunidad de contraatacar, con la oración. Cada capítulo te guiará a elaborar estrategias de oración que darán un golpe fuerte al enemigo. Con cada estrategia que construyas, convertirás las más despiadadas batallas de tu vida en ataques precisos contra el adversario y su astucia engañosa. Y el Espíritu Santo impulsará cada uno de esos ataques. ¡Obtén tu copia aquí hoy!
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