Hazme oír cada mañana acerca de tu amor inagotable, porque en ti confío. Muéstrame por dónde debo andar, porque a ti me entrego. Salmo 143:8 (NTV)
Mientras el sol de la mañana se asoma por la colina esparciendo su luz en la habitación, quiero empaparme de este momento, porque no sé cuántos más tendré.
Internalizo esa escena que no es nueva para mí, pero que es siempre tan preciosa.
Con la Biblia sobre mis piernas, me siento en un extremo del sofá. Al otro lado, también con su Biblia, está mamá. En silencio, una al lado de la otra, comenzamos nuestro día con Jesús, cada una practicando las palabras de David: “Hazme oír cada mañana acerca de tu amor inagotable, porque en ti confío. Muéstrame por dónde debo andar, porque a ti me entrego” (Salmo 143:8).
Al cabo de un rato, se inicia una conversación natural al compartir la una con la otra lo que estamos aprendiendo.
Durante más de 50 años, mi madre ha comenzado su día de esta manera, y yo tuve el privilegio de verla hacerlo. Cuando ella conoció a Cristo de manera íntima a mediados de sus 30 años, comenzó esta práctica, construyendo los firmes cimientos de la fe que conserva hasta hoy. Es la misma disciplina que me enseñó a mí, simplemente modelando cómo pasar tiempo con Jesús a primera hora de la mañana.
Aunque mis hijos ya han crecido y tienen sus propios hogares, continúo con ese patrón de modelar lo que aprendí de mamá. Cuando mis hijos se despiertan en las mañanas que están de visita, me encuentran en mi silla, leyendo la Palabra de Dios y hablando con Jesús. A menudo, mi saludo de “buenos días” cuando bajan las gradas nos lleva a una conversación sobre lo que estoy leyendo y lo que Jesús me está enseñando ese día. Hablamos de lo que Dios está haciendo y de cómo lo vemos actuar.
Esas son mis mañanas favoritas, en las que tengo la oportunidad de vivir el Salmo 145:4: “Que cada generación cuente a sus hijos de tus poderosos actos y que proclame tu poder” (NTV). Atesoro estos momentos con mis hijos, de la misma manera que valoro mis momentos matutinos con mamá.
Puede que no hayas aprendido de tu madre a hacer de la lectura y el estudio de la Palabra de Dios un hábito diario. Tal vez tus maestros espirituales han sido vecinos, amigos, líderes de estudios bíblicos y pastores. Tal vez te has unido a estudios bíblicos, has leído Su Palabra a través de una aplicación y has memorizado las Escrituras enviadas por texto de una amiga. Lo importante para cada una de nosotras es hacer del Señor y de Su Palabra nuestra prioridad. La Palabra de Dios establece el curso de nuestro día, capacitándonos para vivir el día que tenemos frente a nosotras mientras lo honramos.
Estoy muy agradecida por lo que mamá vivió delante de mí. Veo los beneficios de estudiar la Palabra de Dios día tras día. Actualmente, cuando mamá no se siente bien, o le falta fuerza, ella puede cerrar los ojos y su corazón puede recordar Sus palabras. Ella puede meditar en Su Verdad porque la ha escondido en su corazón durante años y años, y podemos continuar nuestras conversaciones sobre dónde vemos a Dios trabajando.
Espero que mamá y yo tengamos muchas más oportunidades de leer nuestras Biblias una al lado de la otra, pero incluso si no lo hacemos, puedo estar segura de que, mientras sigo hablando con Jesús en la tierra, mamá estará hablando con Jesús cara a cara.
Jesús, gracias por todos aquellos en nuestras vidas que nos han enseñado Tu Palabra y a estudiarla por nosotras mismas. Bendíceles. Muéstranos a quiénes podemos enseñar y a la vez proclamar Tu poder. En el Nombre de Jesús, Amén.
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2 Timoteo 3:16-17, Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, equipado para toda buena obra. (NBLA)
Lynn compartió su experiencia al aprender a estudiar la Palabra de Dios regularmente. ¿Cuál de los beneficios de 2 Timoteo 3:16-17 sientes que necesitas más en tu vida en este momento?
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© 2021 por Lynn Cowell. Todos los derechos reservados.
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