»Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Juan 3:16 (NVI)
“Vuelo gratis: de Río de Janeiro a Miami, Florida”.
No fui la única persona que se enteró de la oferta, pero sí una de las pocas que llamó por teléfono y pidió los detalles. La empresa de mensajería ofrecía un pasaje de avión a quien estuviera dispuesto a llevar una bolsa de correo a Estados Unidos desde Brasil, donde yo vivía en ese momento.
El trato era tentadoramente sencillo: reúnete con el representante de la empresa en el aeropuerto, donde te darán una bolsa de documentos y un boleto. Registra la bolsa al facturar el vuelo. Recoge la bolsa en Miami antes de hacer conexión. Entrégala al representante uniformado de la empresa de mensajería que te esperará al pasar la aduana.
Hoy en día ninguna compañía hace este tipo de ofertas. Pero esto fue en 1985, años antes de la intensa seguridad en los aeropuertos. Mi padre estaba muriendo de esclerosis lateral amiotrófica (ELA) en Estados Unidos, y los pasajes de avión eran costosos; mi cuenta bancaria era tan ligera como una hoja de papel. ¿Un boleto gratis? La oferta parecía demasiado buena para ser cierta.
Así que me alejé de ella.
Muchos hacen lo mismo con Juan 3:16. Millones leen el versículo. Sólo un puñado confía en él. ¿Tal vez por temor a una trampa? ¿No están lo suficientemente necesitados, tal vez? ¿O quizá fueron advertidos por amigos cautelosos?
Yo lo estaba. Mucha gente en Río vio la misma oferta. Algunos la leyeron y les pareció sospechosa. «No te arriesgues», me advirtió uno. «Mejor compra tu propio pasaje».
Pero yo no podía hacerlo. Cada llamada a mamá traía peores noticias.
«Está en el hospital otra vez».
«No puede respirar sin oxígeno».
«El médico dice que es hora de llamar al hospicio».
Así que volví a ver el aviso. La desesperación aumentó mi interés. ¿No es así? Cuando él pide el divorcio, o ella dice, «se acabó». Cuando el forense llama, cuando los niños se rebelan o las finanzas se derrumban. Cuando la desesperación invade tu mundo, la oferta de Dios de un vuelo gratis a casa exige una segunda mirada. Juan 3:16 pasa de ser un versículo bonito a un chaleco salvavidas.
Algunas de ustedes lo llevan puesto. Puedes recordar el día en que te lo pusiste. Para ti, el pasaje te reconforta como tu cobija favorita:
»Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. (Juan 3:16)
Estas palabras te han acompañado durante múltiples inviernos golpeados por el viento. Y oro para que te provean calor en los tiempos por venir.
Otras personas todavía están estudiando el folleto. Todavía están reflexionando sobre la posibilidad, luchando con la promesa. Preguntándose un día, qué clase de oferta tonta es ésta, y al siguiente preguntando qué clase de tonto la rechazaría.
Te insto a que no lo hagas. No te alejes de esta oferta. ¿Quién más puede llevarte a casa? ¿Quién más ha convertido su tumba en un vestidor y se ha ofrecido a hacer lo mismo con la tuya? Acepta la oferta de Jesús. Sube a bordo. No querrás perder esta oportunidad de ver a tu Padre.
Yo no me la perdí. Llamé a la compañía y me inscribí. Mi esposa, Denalyn, me llevó al aeropuerto. Encontré al empleado de la empresa de mensajería, acepté el pasaje, registré la maleta y tomé asiento en el avión... sonriendo como si acabara de encontrar un regalo olvidado bajo el árbol de Navidad.
Haz lo mismo. No es necesario que vayas al aeropuerto, pero sí que tomes acción. Necesitas darle a Dios tu respuesta: “… Cristo habitará en el corazón de ustedes a medida que confíen en él” (Efesios 3:17, NTV). Dile que sí a Él. Tu oración no necesita elocuencia, sólo honestidad.
Padre, sé que amas a este mundo. Diste a Tu único Hijo para que yo pueda vivir para siempre contigo. Sin Ti no tengo vida. Contigo, vivo. Elijo la vida. Te elijo a Ti. En el Nombre de Jesús, Amén.
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1 Juan 4:9, Así manifestó Dios su amor entre nosotros: en que envió a su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por medio de él. (NVI)
1 Juan 4:19, Nosotros amamos porque él nos amó primero. (NVI)
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