Devocionales

Cuando las personas olvidan, Dios nunca lo hace

Elizabeth Laing Thompson 1 de abril de 2022
Pero Sión dijo: «El SEÑOR me ha abandonado; el SEÑOR se ha olvidado de mí». «¿Puede una madre olvidar a su niño de pecho, y dejar de amar al hijo que ha dado a luz? Aun cuando ella lo olvidara, ¡yo no te olvidaré! Isaías 49:14-15 (NVI)

Llamo, y la puerta de mis padres se abre de golpe. Papá está de pie, inseguro, con la camisa medio metida dentro de unos viejos pantalones deportivos.

Espero el destello de su sonrisa con los ojos arrugados, pero él solo parpadea y dice: «¿Hola?».

La pregunta me sacude. Mi propio padre no me reconoce.

«Papá, soy yo, Elizabeth».

Sus ojos se iluminan. «¡Elizabeth! Pasa».

«Voy a hacernos un café», digo, tratando de seguir moviéndome para no llorar. Papá lleva tiempo olvidando cosas, pero esto de no reconocer a su propia familia es nuevo.

Pronto, tenemos en las manos tazas humeantes en la mesa de la cocina. Dirijo nuestra conversación hacia temas familiares, pero nos estancamos una y otra vez. Papá no logra recordar su restaurante favorito, nuestras vacaciones familiares, las canciones que solíamos cantar.

Mientras conduzco a casa, las lágrimas finalmente aparecen. Oro, pero lo hago de forma confusa: Señor, es como si nuestros recuerdos nunca existieron... Y al ver que la demencia de papá empeora a pesar de todas nuestras oraciones, me pregunto si Tú también te has olvidado de mí.

Tal vez tú conozcas esa sensación: oras y suplicas, pero no obtienes respuesta, o al menos no la que quieres. Buscas a Dios, con el corazón herido, pero Él se siente distante. Silencioso. Y la duda empieza a susurrar: Tal vez a Dios no le importe... tal vez se haya olvidado de mí.

No somos las primeras en sentirnos inseguras con nuestro Padre. En momentos de crisis, el pueblo de Dios expresó a veces sentimientos similares en la Biblia. Una vez, cuando Israel estaba bajo la amenaza de una nación enemiga, los israelitas gritaron: “«El SEÑOR me ha abandonado; el Señor se ha olvidado de mí»” (Isaías 49:14).

Ahora que mi padre tiene demencia, puedo apreciar mejor la forma en que la respuesta de Dios mezcla verdad dolorosa con bondad asombrosa: “«¿Puede una madre olvidar a su niño de pecho, y dejar de amar al hijo que ha dado a luz? Aun cuando ella lo olvidara, ¡yo no te olvidaré!»” (Isaías 49:15).

Al decir, "Aun cuando ella lo olvidara", Dios reconoce que las personas, incluso las que más necesitamos, no siempre están ahí para nosotras. A veces simplemente no pueden. Pero Dios siempre está ahí, y nunca se olvida: "¡yo no te olvidaré!»" (Isaías 49:15b).

Irónicamente, cuando llegan tiempos difíciles, nosotras mismas podemos volvernos olvidadizas. Las dificultades hacen que sea difícil recordar lo bueno. Olvidamos las verdades reconfortantes de la Palabra de Dios. Olvidamos Sus bondades en el pasado. Lo olvidamos... y por ende nos sentimos olvidadas.

Aquí es donde podemos encontrar orientación por parte de Asaf, uno de los salmistas bíblicos. Al igual que nosotras, Asaf se preguntó: "¿Han dejado de cumplirse sus promesas para siempre? ¿Se ha olvidado Dios de ser bondadoso?" (Salmo 77:8b-9a, NTV). Pero Asaf revivió su fe escarbando en sus recuerdos: “recuerdo tus obras maravillosas de tiempos pasados … no puedo dejar de pensar en tus obras poderosas" (Salmo 77:11b-12, NTV).

Nosotras también podemos vencer nuestras dudas, esa sensación de soledad y de que Dios nos ha olvidado con la remembranza. Podemos recordar intencionalmente momentos concretos en los que Dios ha demostrado Su fidelidad. Momentos en los que Él ha satisfecho nuestras necesidades, ha respondido a nuestras oraciones, ha consolado nuestros dolores. Cuando meditamos en la fidelidad de Dios, la mentira del enemigo de que “Dios se ha olvidado de ti” pierde su fuerza.

La próxima vez que la angustia toque a tu puerta, intenta aferrarte a las promesas de Dios recordando las muchas maneras en que Él ya ha cumplido esta promesa: no me olvidaré de ti.

Dios siempre se acuerda de nosotras... asegurémonos de que nosotras también nos acordemos de Él.

Padre, gracias por acordarte de mí. Mientras medito en Tu fidelidad a lo largo de mi vida,  recuerdo que seguirás siendo fiel a través de cada desafío que se presente. En el Nombre de Jesús, Amén.

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PROFUNDICEMOS

Salmos 77:11-12, Me acordaré de las obras del Señor; Ciertamente me acordaré de Tus maravillas antiguas. Meditaré en toda Tu obra, Y reflexionaré en Tus hechos. (NBLA)

Piensa en algunas formas específicas en que Dios ha cubierto tus necesidades en el pasado. Cuando recuerdas la fidelidad de Dios en el pasado, ¿cómo fortalece tu confianza en Él para el futuro? Comparte tus ideas en los comentarios.

© 2022 por Elizabeth Laing Thompson. Todos los derechos reservados.


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