Estén siempre alegres. Nunca dejen de orar. Sean agradecidos en toda circunstancia, pues esta es la voluntad de Dios para ustedes, los que pertenecen a Cristo Jesús. 1 Tesalonicenses 5:16-18 (NTV)
Cuando era pequeña, mi mamá fue mi ejemplo de alegría. Su rostro reflejaba esa alegría y aún la sigue reflejando. No era porque todas las cosas siempre salían como ella quería. De hecho, con frecuencia era todo lo contrario.
Debido a las palabras hirientes y las explosiones de ira de su mamá por causa de la ansiedad y la adicción, mi mamá no experimentó completamente la alegría en la forma en la que un niño anhela experimentar alegría en su hogar. Con el tiempo, ella aprendió que la aprobación de su madre y las palabras que dijera sobre ella no dictarían su nivel de alegría. Ella descubrió que la alegría es aquello en lo que decides enfocarte.
Cuando mi mamá se convirtió en madre, ella nos brindó alegría de lo alto a mi hermano y a mí. Era como si ella hubiese agarrado un globo que había perdido temporalmente su camino en el cielo, brindándonos deleite y celebración.
Mi mamá me dio alegría en los momentos más difíciles. Cuando las niñas susurraban a mi alrededor, pero no me hablaban, me sentía excluida, pero mi mamá me consoló y me enseñó que mi corazón valía mucho más. Mientras me hablaba, mi mamá me ayudó a ver las razones por las que podía estar agradecida. Necesitaba tener alegría y no permitir que otros disminuyeran el gozo que el Señor había puesto en mi corazón.
Ahora con mis hijos, estoy pasándoles lo que espero es un puñado de esperanza y alegría en los días en los que los globos parecen haber escapado en su niñez. Tengo el privilegio de enseñarles cómo invitar la alegría a girar alrededor de sus vidas. Los niños no siempre tienen las habilidades para superar la derrota, pero sí pueden acoger la alegría.
Sabemos que los niños no pueden seguir aquello que no ven. Como mamás, necesitamos darles algo mayor en que regocijarse, no en sus amigos, no en sus actividades o sus éxitos, sino en la propia bondad de Cristo, quien define la alegría del Padre.
Recientemente experimenté la alegría que mostraron dos hermanas de la iglesia en edad escolar. Una de ellas era ciega, usaba un bastón blanco, y la otra con su vista, caminaba con muletas en su antebrazo. Se apoyaban la una de la otra para llegar al frente de la iglesia para adorar a Dios. Esa escena me conmovió. Ellas mostraban alegría a pesar de sus circunstancias. Me hizo pensar en su mamá y en la alegría que poseía para educarlas en amor. Las niñas llevaban esa alegría que Cristo ofrece y se aferraban a Su amor mientras se sujetaban la una de la otra.
Mi manera de obtener alegría diariamente y traerla integralmente a nuestro hogar pone el tono para que mis hijos centren en ello su alegría. Como mujeres, somos las sembradoras de alegría en nuestros hogares. Si no empieza con nosotras, no llegará a nuestros hijos. Espero que me acompañes a mantener la alegría mediante las siguientes maneras:
- Invita la alegría a tu vida. Es una expresión externa de nuestra esperanza interna en Dios. ¡Hazla tu misión! La alegría viene cuando la invitamos, cuando la vemos lejos en la distancia y la llamamos a casa.
- Modela el espíritu de alegría para la gente en tu vida, especialmente tus hijos. La alegría no es algo que decidamos usar en un día en particular, poniéndosela, y quitándosela cuando las cosas no salen bien. Más bien, la alegría es un lugar firme en nuestros corazones que fluye por cada área de nuestras vidas: lo que decimos, lo que hacemos y cómo actuamos.
- Cada día, recuerda hacer del espíritu de la alegría el centro que vuelves a visitar frecuentemente. Nadie puede sacudir tu alegría sin tu permiso. La alegría está enraizada en el regocijo. Así que cuando decidimos regocijarnos en Dios y con Dios, aun en frases cortas, solas o con nuestros hijos, los dones del gozo encuentran su lugar en nuestros corazones y nuestras mentes.
- No esperes a que la alegría llegue tocando a tu puerta — ábrele tu corazón y tu hogar siempre. Es difícil para los niños anticipar que tendrán alegría incluso en medio de la decepción. Pero si somos ejemplos firmes de alegría, nuestros niños verán que podemos darle la bienvenida a la alegría y a la tristeza al mismo tiempo y bendecir a nuestros niños con palabras que los guían al Único que no los defraudará.
Pablo le escribió a la iglesia de Tesalónica, diciéndoles que se respetaran mutuamente, que alentaran a los tímidos, cuiden a los débiles y que fueran pacientes con todos (1 Tesalonicenses 5:12-15). Él compartió esto justo antes del versículo que dice que debemos estar siempre alegres y agradecidas, y que nunca dejemos de orar: “Estén siempre alegres. Nunca dejen de orar. Sean agradecidos en toda circunstancia, pues esta es la voluntad de Dios para ustedes, los que pertenecen a Cristo Jesús” (1 Tesalonicenses 5:16-18).
Cuando nuestros hijos se despierten y nos encuentren de rodillas o con nuestras Biblias abiertas, que sepan que de ahí es de donde proviene nuestro gozo.
Señor, ayúdame a estar siempre alegre. Ayúdame a reír con mis hijos. Ayúdalos a ver que la alegría es contagiosa. Ayúdame a recordar sonreír, especialmente en los días en los que estoy agobiada con los problemas y preocupaciones de la vida. Ayúdame a elegir la alegría aún en las situaciones más difíciles. Incluso cuando la vida parezca imposible, ayúdame a encontrar y vivir mi vida con gran gozo. Ayúdame a hacer que la alegría sea mi misión para poder reflejar esa alegría a mis hijos. En el Nombre de Jesús, Amén.
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Lucas 6:45, Una persona buena produce cosas buenas del tesoro de su buen corazón, y una persona mala produce cosas malas del tesoro de su mal corazón. Lo que uno dice brota de lo que hay en el corazón. (NTV)
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