Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Hebreos 12:1 (NVI)

Todo en mí enseñaba que era una corredora seria.

Mis pantalones licra, auriculares y el brazalete de mi teléfono móvil comunicaban a todos los espectadores que yo tenía el hábito de hacer ejercicio con regularidad. El elástico de mis pantalones reforzó mi celulitis ondulada, haciéndome parecer más tonificada. Me sentía bien, tenía buen aspecto y se me ocurrió una idea brillante: ¿por qué no correr hoy en lugar de caminar?

El sol me daba en la cara, el aire de la mañana era refrescante y las canciones de mi lista de reproducción me hacían sentir viva mientras trotaba con el ritmo. Yo era una corredora ... al menos hasta que mi cuerpo empezó a decirme lo contrario.

Al principio, fue un cambio sutil: me empezaron a doler las piernas, me empezó a picar la piel y mi respiración se volvió incontrolada. Pronto me quedé sin aliento y me dolía todo el cuerpo. Todo en mí quería dejarlo, pero renunciar no era una opción. Tenía un objetivo autoimpuesto de correr toda mi ruta.

No quería romper el compromiso que hice conmigo misma, pero mis ambiciones eran más de lo que era capaz de lograr ese día. A regañadientes, me di permiso para alternar entre correr todo lo que pudiera y caminar cuando necesitara un descanso.

A veces necesitamos ofrecernos este mismo tipo de gracia en nuestra carrera de fe.

Hay temporadas en nuestras vidas en la que nos vemos, sentimos y creemos que somos espiritualmente fuertes. Tenemos fielmente un tiempo devocional diario, asistimos a los servicios dominicales, perdonamos rápidamente, servimos de múltiples maneras, nos adherimos a las disciplinas espirituales y tenemos comunión con los demás.

Pero puede que tengamos que subir colinas inesperadas y superar obstáculos que nos dejan exhaustas, sin aliento y dispuestas a rendirnos. El autor de Hebreos nos ofrece aliento para esas temporadas de nuestra vida.

Hebreos 12:1 dice: “Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante”.

Esta escritura viene después del llamado salón de la fe (Hebreos 11), donde se destacan varios “gigantes” espirituales - Abraham, Sara, David, Samuel y muchos otros son elogiados por su fe. Estas personas son los espectadores de nuestra carrera de fe y parte de la “multitud tan grande de testigos” a la que se refiere Hebreos 12:1. Debido al fundamento que pusieron para nosotros, el autor de Hebreos dice que podemos despojarnos “del lastre que nos estorba” y correr “con perseverancia la carrera que tenemos por delante”.

Mi carrera de fe este año ha estado llena de muchos desafíos. Me gustaría poder decir que me deshice inmediatamente de mis obstáculos, pecados y de las cosas que me asediaban, pero ha habido momentos en los que lo único que podía hacer era seguir avanzando.

Hebreos 12:1 nos dice que rendirnos no es una opción. En lugar de rendirnos, debemos aprender a darnos gracia.

Opté por correr mi carrera de fe durante todo el tiempo que pudiera y caminar cuando lo necesitaba. Caminar no equivale a fracasar. Simplemente nos da la gracia que necesitamos para perseverar.

Caminar puede significar que durante una temporada...

1. Nos proponemos descansar más y servir menos.
2. Pasamos tiempo con Dios en lugar de hacer cosas para Dios.
3. Oramos oraciones con más lágrimas que palabras.

Estoy convencida de que caminar no nos descalificará. Dios no nos pide que corramos a toda velocidad en nuestra carrera de fe; nos pide que perseveremos. Dios nos anima a elegir un ritmo que podamos mantener en el tiempo. A veces esto requiere caminar espiritualmente.

Cuando caminamos, seguimos moviéndonos y creyendo en Dios, completando la carrera marcada para nosotras y fortaleciendo nuestra resistencia para que finalmente podamos correr de nuevo. Cada una de nosotras tiene una carrera designada por Dios que solo nosotras podemos correr. Cuando la vida se ponga difícil (y sabemos que sucederá), centrémonos en Jesús y caminemos con perseverancia hasta que podamos correr el resto del camino.

Querido Dios, gracias por darme modelos de cómo correr mi carrera con perseverancia. Cuando la vida se ponga difícil, ayúdame a seguir adelante. Muéstrame cómo es ajustar mi ritmo sin dejar de perseverar. En el Nombre de Jesús, Amén.

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PROFUNDICEMOS

1 Corintios 9:24, ¿No saben que en una carrera todos los corredores compiten, pero solo uno obtiene el premio? Corran, pues, de tal modo que lo obtengan. (NVI)

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© 2022 por Kia Stephens. Todos los derechos reservados.

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