De la misma manera, también el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad. No sabemos orar como debiéramos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Romanos 8:26 (NBLA)
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El médico atravesó por entre medio de las delgadas cortinas de la sala de emergencias. Dijo que la tomografía computarizada mostró múltiples embolias pulmonares en ambos pulmones, lo cual explicaba mi dificultad para respirar.
Mientras mis pulmones dañados luchaban por cada respiración, me acosté en esa cama de hospital, incapaz de hablar mucho y menos orar algo. Dios, por favor ayúdame… fue lo mejor que pude lograr.
Estaba atrapada en el silencio que quería llenar con mis oraciones, pero en ese lugar, Dios me enseñó sobre el poder del silencio en mi vida de oración.
Mis palabras fueron más desesperadas que elocuentes, súplicas desde lo más profundo de mi ser. A veces eso es todo lo que tenemos para dar. Afortunadamente, eso es suficiente para Dios.
¿Alguna vez has experimentado una temporada en la que simplemente no podías pronunciar más que unas pocas palabras en oración? ¿Cuando ni siquiera estabas segura de por qué orar? Tal vez el dolor físico era abrumador. O tal vez tu corazón estaba sufriendo más que tu cuerpo. Todo lo que sabías era que necesitabas ayuda. Y solo Dios en el cielo podía entender la profundidad de tu dolor.
Yo también he estado allí. Nunca es divertido, pero Dios siempre se ha mostrado fiel. Todas las veces.
Nuestras pequeñas oraciones, ofrecidas con un corazón sincero, pueden ser el equivalente a las dos monedas de la viuda entregadas en sacrificio a la arcas del templo cuando “muchos ricos echaban grandes cantidades” (Marcos 12:41b, NBLA). Eso es lo que experimenté cuando mis pulmones obstruidos luchaban para sacar palabras audibles. Incluso si trataba de orar en silencio dentro de mi corazón, el dolor resultaba ser una gran distracción. Mis gemidos fueron más exactos. Es por eso que estoy tan agradecida de que Dios entienda incluso esto y que nos provea en esos momentos, en los que no sabemos qué decir o tal vez no podemos decir nada en absoluto.
En nuestro versículo clave, Pablo dice que “también el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad”. Esto podría significar debilidad física, pero también podría implicar debilidad espiritual. Cuando estamos angustiadas más allá de las palabras y no sabemos cómo orar, “el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles” (Romanos 8:26). Qué regalo es este para el pueblo de Dios.
Ya sea que nos consideremos poderosas guerreras de la oración o admitamos que a veces luchamos con ella, la oración sigue siendo una parte central de la vida de cada creyente. Es una forma fundamental en la que expresamos nuestra dependencia de Dios. Cuando acudimos a Él diariamente, reconocemos que no podemos suplir nada por nosotras mismas. Buscamos en Dios todo lo que necesitamos, incluso cada aliento que tomamos.
Esta idea de dependencia diaria de Dios contradice todo lo que escuchamos en el mundo, pero es una parte elemental de cultivar un corazón tranquilo en un mundo ruidoso y confuso.
Si bien la “vida tranquila” de la que habla Pablo en 1 Tesalonicenses 4:11 (NBLA) habla más de la tranquilidad interna del corazón de una persona, también es sabio experimentar la tranquilidad verdadera de vez en cuando.
Cuando no estemos seguras de cómo orar, podemos apoyarnos en el silencio y dejar que el Espíritu haga Su obra de sanidad dentro de nosotras.
Para experimentar un silencio profundo, haz un inventario de los sonidos que te rodean. Luego apaga tantos sonidos como sea posible. Para algunas de nosotras, es posible que estemos tan poco acostumbradas al silencio total que lo encontremos peculiar o inquietante al principio, pero no dejes que esto te influya.
No puedo prometer que tus oraciones conducirán a fuegos artificiales espirituales, al menos no instantáneamente. Para mí, mis pulmones no fueron sanados de inmediato, sino lentamente, con el tiempo, Dios fue fiel en encontrarme en esas horas tranquilas que llenaban cada día. Y en Su tiempo, restauró mi aliento.
Que el poder del silencio sea la fuente de una vida de oración renovada. Porque cuando estamos quietas, Dios a menudo realiza Su mejor obra.
Señor, gracias porque podemos acudir a Ti con oraciones que pueden sonar poco impresionantes para los oídos humanos y aún así recibes nuestras oraciones cuando las ofrecemos con corazones sinceros. Ayúdanos a acoger los tiempos de silencio y soledad como disciplina para escucharte a través de Tu Palabra. Recuérdanos, Señor, que dependemos de Ti para todo. Te alabamos por ser nuestro fiel Proveedor. En el Nombre de Jesús, Amén.
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1 Tesalonicenses 4:10b-11, Pero les instamos, hermanos, a que abunden en ello más y más, y a que tengan por su ambición el llevar una vida tranquila, y se ocupen en sus propios asuntos y trabajen con sus manos, tal como les hemos mandado; (NBLA)
¿Has experimentado una temporada en la que las palabras te evadieron y simplemente no sabías cómo orar? ¿Cómo podría ayudar el crear una atmósfera de tranquilidad para un tiempo de oración? ¡Déjanos saber en los comentarios!
© 2023 por Denise J. Hughes. Todos los derechos reservados.
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