Entonces, ustedes como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de tierna compasión… Colosenses 3:12a (NBLA)
La pandemia de COVID-19 nos obligó a muchas de nosotras a adoptar nuevas rutinas que nunca hubiéramos elegido para nosotras y nuestras familias.
Nos empujó al aislamiento, impactándonos con miedo mientras navegábamos por algo nuevo y desconocido y lidiamos con la pérdida de trabajos, amigos o familiares a causa del virus.
Es un tiempo que nadie elegiría revivir.
Durante lo más profundo de esa temporada, me encontré experimentando el mismo aislamiento y soledad que muchos sintieron. Pero a medida que me desplazaba por las redes sociales llenas de amigos que trabajaban desde casa y realizaban todas las actividades de cuarentena y proyectos domésticos, mientras yo todavía viajaba al hospital todos los días por mi trabajo, permití que prevaleciera la comparación.
Todo lo que pude ver fue el aislamiento y la soledad que yo sentía, pero en realidad esta fue una experiencia común para casi todos durante esa temporada, independientemente de cómo fuera su rutina diaria.
En un momento de soledad aguda mientras me desplazaba, me di cuenta de que la comparación solo estaba agravando ese sentimiento. ¿Por qué?
Porque la comparación señala lo que es diferente.
Si bien tendemos a ver la comparación como algo terrible, no es inherentemente mala. Comparar las elecciones de estilo de vida y los hábitos alimenticios que alguna vez tuvimos con una nueva rutina de ejercicio y nutrición equilibrada nos ayuda a ver el progreso y la transformación que hemos logrado. Comparar las revisiones y los cambios sugeridos al proyecto que presentamos nos permite ver las áreas de mejora.
La comparación no tiene que ser un pozo feo o un ciclo desesperante en el que caemos; en realidad puede llevarnos a una mayor conciencia y crecimiento.
Puede volverse negativa cuando comenzamos a comparar nuestra vida con la de otra persona y nos enfocamos en lo que nos hace diferentes. Cuando nos concentramos en estas diferencias, creamos abismos en las relaciones y nos aísla. Pero la compasión nos jala hacia un terreno común y nos impulsa a la conexión y la comunión unos con otros.
La compasión comienza por ver cómo somos iguales. La compasión cierra la brecha del aislamiento, uniéndonos por las similitudes en nuestras historias.
Y eso es precisamente lo que Cristo enseñó al venir a la tierra en forma de hombre para conocer nuestros dolores y comprender la experiencia humana. La compasión que mostró cuando vino a la tierra es también a lo que somos llamadas en Colosenses 3:12, que nos instruye: “Entonces, ustedes como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de tierna compasión…”.
Como creyentes en Cristo, estamos llamadas a ser compasivas unas con otras así como Cristo es compasivo con nosotras.
Tendemos a ver nuestra situación y circunstancia como únicas, o en mi caso, vi la soledad como algo que solo yo estaba experimentando. Mientras comparaba mi vida con la de los demás, me hacía falta compartir con otros la soledad, el miedo y el aislamiento de esa temporada. Todos sentimos la carga, incluso si tomaba forma diferente para cada uno de nosotros. En lugar de agrandar la separación que sentí, esa experiencia compartida podría haber sido un terreno común para la conexión a través de la compasión.
La próxima vez que sientas la tentación de comparar tu situación con la de otra persona, recuerda ver la situación con compasión y buscar puntos en común. Que la comparación no sea un factor de división entre nosotras como hijas de Dios, sino que a través de la compasión, podamos extender y experimentar el amor y la conexión para la que todas fuimos creadas.
Padre Celestial, cada vez que surja una comparación, que pueda ser rápida para vestirme de compasión en lugar de orgullo o desesperación, lo que trae aislamiento. Ayúdame a ver a los demás como Tú los ves, santos y amados y ayúdame a verme así también. En el Nombre de Jesús, Amén.
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PROFUNDICEMOS
1 Pedro 3:8, En conclusión, sean todos de un mismo sentir, compasivos, fraternales, misericordiosos, y de espíritu humilde (NBLA)
Hebreos 4:15, Porque no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que ha sido tentado en todo de la misma manera que nosotros, aunque sin pecado. (NVI)
Reflexiona sobre una relación (o relaciones) en tu vida donde la comparación está robándote la conexión. ¿Cómo podrías acercarte a esta persona con compasión cristiana? ¡Comparte con nosotras en los comentarios!
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