No se complace en la fuerza del caballo ni en el poder del ser humano. No, el SEÑOR se deleita en los que le temen, en los que ponen su esperanza en su amor inagotable. Salmos 147:10-11 (NTV)
Recientemente leí un libro acerca de las luchas con la percepción de la apariencia física, y el autor lanzaba esta pregunta:
“¿Quieres vivir libre de vergüenza?”
Inmediatamente le tomé una foto y se la envié a una amiga con este mensaje: “no sé si quiero vivir libre de vergüenza. Si dejo ir la vergüenza, siento que tengo que aceptar la realidad de quién soy. Pero no quiero quedarme aquí. Porque no soy la persona que pensaba que sería”.
Me di cuenta de que no se trataba solo de lidiar con mi cuerpo. Sentirme bien conmigo misma físicamente solo representaba un problema más profundo: pensaba que en este momento de mi vida sería otra persona diferente. La versión de quién soy no es la mujer que pensaba que sería.
Quizás tú también te hayas sentido así. A esta edad, pensabas que tendrías:
Un mejor puesto de trabajo…
O un matrimonio próspero…
O un hijo…
O una casa propia…
O un cuerpo diferente…
O libertad de la lucha contra cierto pecado…
Pero no estás ahí todavía. Y comienzas a preguntarte si alguna vez dejarás de esforzarte por llegar ahí.
He sentido todo esto muy profundamente. Estoy tratando de sentirme bien con quién soy, no con la versión idealizada que pensaba que sería a estas alturas. Y ha sido complicado. Debo escoger preguntarle a Dios qué es lo cierto sobre mí, y luego debo elegir creerle a Él.
Los versículos clave de hoy me recuerdan lo que el Señor anhela ver en mí:
No se complace en la fuerza del caballo ni en el poder del ser humano. No, el SEÑOR se deleita en los que le temen, en los que ponen su esperanza en su amor inagotable” (Salmo 147:10-11).
Dios no está pendiente de nuestro aspecto exterior o las definiciones terrenales de “éxito”. Él observa nuestros corazones y cómo lo vemos a Él.
¿Tememos al Señor? Por “temor al Señor”, me refiero a: ¿confiamos en que Él es poderoso y tiene el control de nuestras circunstancias? ¿Confiamos en que Él nos está convirtiendo en la mejor versión de nosotras mismas? Cuando tenemos que lidiar con nuestros pecados e imperfecciones, Él no espera que lo resolvamos todo por nuestra cuenta, sino que nos invita a llevarlo ante Él.
¿Depositamos nuestra esperanza en Su amor inagotable? Su amor no cambia cuando nosotras cambiamos. El amor de Dios hacia nosotras no depende de nuestro aspecto o de nuestros logros. Nos ama simplemente porque, cuando estamos en Cristo, somos Sus hijas.
Puede que un día me sienta más cómoda con la persona que soy, o quizá una parte de mí continua lidiando con mis expectativas sobre mí misma. Pero mientras tanto, me aferro a lo siguiente: si Dios me extiende gracia dónde me encuentro ahora, yo también me la puedo ofrecer a mí misma.
¿Puedo extenderte la misma gracia? Está bien si la persona que eres ahora no es quien pensabas que ibas a ser. La mujer en la que Dios te está convirtiendo tiene más propósito del que te alcanzas a imaginar. Puedes confiar y poner tu esperanza en Él.
Dios, gracias por Tu amor inagotable por mí. Incluso en los días en los que lucho por verme a mí misma tal y como Tú me ves, ayúdame a aferrarme a la verdad de quién soy en Cristo. Confío en que tienes un mejor plan para mi vida del que yo podría tener para mí misma. En el Nombre de Jesús, Amén.
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© 2023 por Meghan Ryan. Todos los derechos reservados.
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