Y cuando Jesús la vio llorando, y a los judíos que vinieron con ella llorando también, se conmovió profundamente en el espíritu, y se entristeció. Juan 11:33 (NBLA)
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Mis ojos miraban por la ventana, pero no eran capaces de enfocarse en nada en lo absoluto. El panorama a lo lejos simplemente servía como un lugar donde podía fijar mis ojos mientras mi mente divagaba. Nuestro ser querido había pasado tres semanas en el hospital y en ese momento me pregunté, ¿qué pasará después?
Yo sabía que Jesús me amaba, y estaba segura de Su amor por mi familiar también. Pero estábamos cansados después de tantos días de incertidumbre; la tristeza nos envolvía en la frialdad del hospital.
¿Cuándo terminará la angustia?
En Juan 11, Jesús estaba en tránsito. No para visitar una habitación fría del hospital, sino para visitar a algunos queridos amigos que también experimentaban una inmensa tristeza debido a una enfermedad.
La enfermedad de Lázaro, el amado hermano de María y Marta, le había provocado la muerte mientras las hermanas esperaban la llegada del Salvador. Pero aunque ya iba de camino para llevar consuelo a Sus seres queridos, Jesús tenía la intención de brindar más que Su apoyo. Venía a demostrar a las hermanas y a “los judíos que habían estado con María en la casa” (Juan 11:31, NVI) Su amor y Su poder como Hijo de Dios.
Mientras leo la historia completa de la muerte de Lázaro, hay una parte en particular que alivia mi propio corazón herido. Aunque Jesús sabía cómo terminaría este día, sabía que resucitaría a Lázaro de entre los muertos, sintió profundamente el dolor de Sus amigos.
“Y cuando Jesús la vio llorando, y a los judíos que vinieron con ella llorando también, se conmovió profundamente en el espíritu, y se entristeció” (Juan 11:33).
“Entonces Jesús lloró” (Juan 11:35, NTV).
Jesús no solo observó su dolor; Él lo experimentó con ellos.
En mi propio periodo de angustia, tan solo leer las palabras “Jesús lloró” me consuela. Él estaba con las hermanas en Betania, y Él está conmigo, comprendiendo el dolor que experimento aquí y ahora.
Su Palabra me confirma que no solo me consuela ahora, sino que también llegará un día en que “Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir» (Apocalipsis 21:4, NVI).
Esta historia de Jesús y Su amistad nos da a ti ya mí una imagen real de Su corazón. Él acompañó a Sus amigos en su angustia, y tan cierto como que somos Sus amadas, Él también está con nosotras.
En este momento, no sé cuál será el final de mi historia en el hospital. Aunque quiero hacer preguntas y pensar sobre el propósito de este sufrimiento, me aferro a lo que creo y sé por fe. Como Jesús les dijo a Sus discípulos en Juan 11:4, esta tristeza tendrá un fin y será “para la gloria de Dios, para que por ella el Hijo de Dios sea glorificado»” (NVI).
Jesús, estuviste con María y Marta en su tristeza, y estás conmigo en la mía. ¡Gracias! Confío en que resolverás todo esto para Tu gloria. En el Nombre de Jesús, Amén.
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PROFUNDICEMOS
Salmo 34:18, El SEÑOR está cerca de los quebrantados de corazón, y salva a los de espíritu abatido. (NVI)
Vimos en Juan 11:35 que Jesús lloró cuando experimentó tristeza. La próxima vez que sientas angustia, recuerda que Dios nos dio el llanto como un medio para ayudarnos a sentirnos mejor y liberar emociones fuertes.
Deja que tus lágrimas fluyan. Si puedes, comparte tus sentimientos de tristeza y permítete llorar con una amiga en quien confías para que también pueda ser un medio de consuelo de Dios para ti. Y en los comentarios, comparte cómo podemos orar por ti hoy.
© 2023 por Lynn Cowell. Todos los derechos reservados.
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Estamos agradecidas a nuestras voluntarias por su trabajo realizado en la traducción de este devocional al español. Conócelas aquí.