Devocionales

Se acerca el fin de todo llanto

Lysa TerKeurst 9 de junio de 2023
Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir. Apocalipsis 21:4 (NVI)

¿Has sentido alguna vez que el sufrimiento y la tristeza te persiguen? ¿Como si no pudieras huir de todo el dolor? Yo lo he experimentado también.

Es por esto que quiero que analicemos a alguien en las Escrituras que comprende este tipo de dolor: el rey David.

David no solo pasó una cantidad significativa de tiempo huyendo del rey Saúl para salvar su vida (antes de que el mismo David se convirtiera en rey), sino que finalmente terminó huyendo de su propio hijo Absalón.

Pero mientras Saúl abiertamente buscaba tomar la vida de David, encontramos que Absalón actuó a escondidas de su padre en un esfuerzo por arrebatar el reino de las manos de David. Con promesas engañosas y besos conspiradores, Absalón fácilmente “robó el corazón de los hombres de Israel” (2 Samuel 15:6b, NBLA). Y no pasó mucho tiempo antes de que David recibiera la noticia de que su reino se estaba desmoronando ante sus propios ojos (2 Samuel 15:13).

A la luz de estos eventos, David vio que su situación era desesperadamente peligrosa. Necesitaba escapar. La ruta que tomó para escapar de la ciudad, llorando mientras avanzaba, atravesaba el arroyo de Cedrón, a través del jardín de Getsemaní, sobre el Monte de los Olivos y hacia el desierto de Judea. Esta era la ruta de escape conocida para aquellos que necesitaban huir rápidamente del peligro en Jerusalén (2 Samuel 15:16-37).

Dentro de esta historia, se nos recuerda una historia más grande. El pueblo de Dios continuamente desplaza el amor y afecto que le debemos tener al Rey. Permitimos que nuestros corazones sean cautivados por otros. Somos propensos a desviarnos. Este no solo fue el caso cuando David era rey. La gente también le hizo esto a otro Rey que vendría del linaje de David generaciones más tarde: el Rey Jesús.

Años más tarde, Jesús se sentaría en el jardín de Getsemaní, la entrada misma de la ruta de escape de David, enfrentando un peligro extremo. Leemos acerca de Jesús en estos momentos difíciles en Marcos 14:34-36, donde se lamentó: “«Es tal la angustia que me invade que me siento morir… Quédense aquí y vigilen». Yendo un poco más allá, se postró en tierra y empezó a orar que, de ser posible, no tuviera él que pasar por aquella hora. Decía: «Abba, Padre, todo es posible para ti. No me hagas beber este trago amargo, pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú»” (NVI).

Su pueblo se estaba volviendo contra Él. Jesús no estaba cumpliendo con las expectativas de Rey que tenía Su pueblo. Lo querían muerto.

Mientras me senté en el jardín de Getsemaní durante una visita a la Tierra Santa, mi corazón se abrumó al darme cuenta de la realidad de lo que Jesús había enfrentado mientras estaba en ese mismo lugar. Él sabía que podía haber escapado (Mateo 26:52-54). Sabía que podía haber huido como lo había hecho David. Conocía el camino a seguir para salvarse a Sí mismo.

Pero Jesús se quedó para poder salvarnos.

Aunque mi corazón se desvía de Él, el corazón de Jesús se ve obligado a quedarse conmigo.

 

Jesús terminó su oración a Dios con nueve palabras estremecedoras, que hacen temblar a los demonios y sacuden al infierno: “pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú” (Marcos 14:36c, NVI). En otras palabras, se sometió por completo al plan de Dios porque sabía que, al final, era lo mejor.

Jesús es el único Rey que cumplió perfectamente la voluntad de Dios.

A medida que leemos la historia del Rey David, siempre debemos recordar que él simplemente señala al mejor David: Jesús, quien es el Rey de reyes. El contraste entre la experiencia de David y la de Jesús es importante:

  1. Tanto David como Jesús lloraron en el Monte de los Olivos. David lloró por la traición y la pérdida potencial que enfrentaba, todas aquellas, cosas que le afectaban personalmente. Jesús lloró por la ciudad y el pueblo de Jerusalén.
  2. Cuando David escapó por el Monte de los Olivos, enfrentaba la pérdida potencial de su reino. Mientras Jesús oraba en el jardín de Getsemaní, al pie del Monte de los Olivos, comenzó Su camino hacia la cruz, donde venció el pecado y la muerte y estableció el Reino de los cielos.
  3. El reino de David finalmente fue devastado por la guerra y quedó quebrantado. El Reino de los cielos reinará para siempre.

¿Qué significa esto para nosotras hoy día?

Me imagino que todas podemos identificarnos con el llanto de David. Nuestras vidas están plagadas de evidencia de que vivimos en un mundo quebrantado: la pérdida, el dolor, la muerte, la traición, la angustia y la ruptura de relaciones. Pero recordemos también el llanto de Jesús. Le duele cuando sufrimos. Y esa es la razón exacta por la que abrió un camino para que un día entremos en Su Reino eterno, donde no habrá más tristeza ni llanto. Aférrate a estas palabras. Este día venidero está más cerca de lo que pensamos: “Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir” (Apocalipsis 21:4).

Señor, no puedo agradecerte lo suficiente por el hecho de que te quedaste y sufriste el dolor de la cruz por mí. Que la verdad de Tu sacrificio mueva este corazón mío, a veces errante, para que se mantenga fiel, esperanzado, dedicado a Ti. En el Nombre de Jesús, Amén.

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PROFUNDICEMOS

Mateo 28:20b, Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo. (NVI)

¿Cómo te animan estas palabras de Jesús mientras esperas el día del que habla en Apocalipsis 21:4? ¡Puedes compartir con nosotroas en los comentarios!

© 2023 por Lysa TerKeurst. Todos los derechos reservados.


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