Ama al SEÑOR tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Debes comprometerte con todo tu ser a cumplir cada uno de estos mandatos que hoy te entrego. Repíteselos a tus hijos una y otra vez. Habla de ellos en tus conversaciones cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. Deuteronomio 6:5-7 (NTV)
Me gustaría decir que mi esposa y yo dominamos los devocionales familiares con nuestros hijos desde el comienzo. Pero sinceramente, fue una lucha.
¡Sentíamos que lo habíamos intentado todo! Leíamos devocionales a la hora de cenar. Intentamos leerlos poco antes de la hora de dormir y justo después de la escuela. Pero era difícil mantener la lectura en un horario predeterminado.
Al principio, fue fácil para nosotros sentirnos avergonzados. Después de todo, soy pastor, y mi esposa es una erudita de la Biblia. Pensábamos, ¿no deberíamos ser mejores en esto? ¿qué estamos haciendo mal?.
Con el tiempo, parecía que cada intento fallido de leer la Biblia juntos se convertía en un referéndum sobre nuestra santidad. Era deprimente y espiritualmente paralizante. Nuestros intentos terminaban tratándose de nosotros, no de Dios.
Estábamos tan enfocados en cómo estábamos “fallando”, que no nos dimos cuenta de que nuestros hijos se estaban abriendo y hablando sobre Dios. A veces ocurría mientras estábamos paseando al perro. O nuestro hijo hablaba del sermón mientras conducíamos de vuelta a casa desde la iglesia. Estaríamos de camino al grupo de jóvenes cuando nuestra hija nos hablaba acerca de un conflicto en la escuela. Estaba ocurriendo, solo que no de la manera que esperábamos.
No se trataba de que nuestro tiempo intencional juntos en la Palabra de Dios no fuese importante o de que deberíamos haberlo abandonado. Era que necesitábamos apartar los ojos de nosotros mismos para ver a Dios moverse, sin importar si el momento fue planificado o no. El Espíritu Santo estaba hablando a nuestros hijos. Solo que a veces se mostraba en momentos no intencionales.
Mi esposa y yo nos dimos cuenta de que necesitábamos ser más intencionales con nuestro propio tiempo de oración para nuestros hijos y para nuestras relaciones. Sabíamos que necesitábamos mantenernos conectados a Dios a través de leer Su Palabra cada día para poder estar abiertos y preparados para conversaciones importantes, sin importar dónde nos encontrábamos. Necesitábamos asegurarnos de que siempre estuviéramos disponibles para profundizar cuando Dios abría una puerta, no en nuestro tiempo sino en el Suyo.
En nuestro deseo de ser buenos padres cristianos, nos habíamos enfocado en los imperativos al principio de Deuteronomio 6:5-7: “Ama al SEÑOR tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Debes comprometerte con todo tu ser a cumplir cada uno de estos mandatos …” (énfasis añadido).
Queríamos amar a Dios completamente y comprometernos a nosotros mismos y a nuestros hijos a Él de todo corazón. Pero ¿estábamos dispuestos a hacerlo a la manera de Dios? ¿Estábamos dispuestos a darle el control al Espíritu Santo?
Nuestras vidas están repletas de momentos guiados por Dios. Algunos de ellos son tiempos intencionales de reflexión profunda y oración en familia. Y otros momentos parecen ser menos intencionales, como de camino a la oficina, a los entrenamientos deportivos, a la escuela o a la cita de juego. Todos ellos pueden ser oportunidades para crecer juntos en Él.
Hagamos como nos lo advierte el escritor de Deuteronomio: “Habla de [Dios] en tus conversaciones cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino …” (Deuteronomio 6:7b), cuando estés jugando a baloncesto en la entrada de tu casa o conduciendo de vuelta de la escuela, cuando estés de camino a la iglesia o volviendo de las clases de violín.
Todo nuestro tiempo en esta tierra, cada momento, es parte del lienzo en el que Dios crea una vida dedicada a Él.
Padre, gracias porque Tu gracia es suficiente para cada tiempo fallido de tranquilidad o devocional familiar perdido. Gracias porque cada momento de mi vida es una oportunidad para mi comunión Contigo y para crecer como Tu discípulo. Ayúdame a aprovechar estos momentos con mis hijos para que nuestra fe pueda crecer más profundamente. En el Nombre de Jesús, Amén.
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Colosenses 2:7, Arráiguense profundamente en él y edifiquen toda la vida sobre él. Entonces la fe de ustedes se fortalecerá en la verdad que se les enseñó, y rebosarán de gratitud. (NTV)
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