Así que no temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré; te sostendré con la diestra de mi justicia. Isaías 41:10 (NVI)
«¡Mamá, me estoy cayendo!»
Estaba haciendo una caminata con mis hijos pequeños. Mientras bajábamos la colina, los brazos de mi hijo se agitaban salvajemente mientras sus pies se deslizaban por el frondoso sendero de tierra. Le tomé de la mano y, con mi ayuda, encontró inmediatamente el equilibrio. Así tomados de la mano, continuamos nuestro camino hasta llegar sanos y salvos a casa.
A lo largo de diferentes épocas de mi vida, también me he encontrado gritando a Dios: ¡Ayúdame, me estoy cayendo!
No tiene por qué haber ocurrido nada grave ni traumático. Puede ser que simplemente me sienta emocionalmente inestable, físicamente agotada o abrumada por la vida, como si estuviera vagando y no estuviera segura de tener fuerzas para seguir adelante.
Entonces siento que la mano firme de Dios busca la mía para fortalecerme y ayudarme, y recuerdo lo que Su Palabra asegura en Isaías 41:10: “Así que no temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré; te sostendré con la diestra de mi justicia”.
Especialmente hoy, alabamos a Dios porque ha cumplido esta promesa de fortalecer, consolar y no abandonar nunca a Su pueblo.
¿Cómo lo sabemos? Envió a Jesús para que fuera Emanuel, Dios con nosotros (Mateo 1:23).
Una cosa que me encanta de Jesús es que nos revela el corazón mismo de Dios, porque Él es Dios. Mateo 9:36 dice: “Al ver a las multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban agobiadas y desamparadas, como ovejas sin pastor” (NVI).
El Hijo de Dios, que todo lo sabe, podía ver hasta el último pensamiento en la mente de cada ser humano. Pero en ese momento, no respondió juzgando y condenando la lujuria, los celos, la ira o el pecado de la multitud, sino que tuvo compasión de su tormento interior. Vio su acoso y desamparo y supo que no podían hacer nada para salvarse de ello.
Debido a la compasión de Jesús hacia nosotras, vino a la tierra como un bebé para vivir una vida sin pecado; para morir en la cruz, cargando con nuestro pecado, vergüenza e impotencia; y para resucitar de nuevo a la vida de modo que quienquiera que crea en Él y le reciba nunca más tendrá que vivir la vida por su cuenta, agobiado y desamparado. No solo tenemos la mano firme de Dios que nos sostendrá, sino que ahora tenemos el Espíritu firme de Dios que vivirá en nosotras, si tan solo volvemos nuestro corazón a Él (Efesios 1:13-14).
Al celebrar esta Navidad, recordemos que Jesús es Dios con nosotras en nuestro desorden. Es Dios con nosotras en nuestro dolor. Él es Dios con nosotras en el valle más oscuro. Él es Dios con nosotras en nuestro agotamiento. Él es Dios con nosotras en nuestra espera y en nuestro deambular.
Jesús es Emanuel. Está con nosotras todos los días de nuestra vida, y toda la eternidad.
Señor, cuando nos sintamos inseguras, recuérdanos que Jesús es Dios con nosotras y que el Espíritu Santo es Dios dentro de nosotras. Guíanos para que dirijamos nuestros corazones hacia Ti. En el Nombre de Jesús, Amén.
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CONÉCTATE
¡Feliz Navidad! Oramos para que tus fiestas estén llenas de las bendiciones de nuestro Salvador, incluso en los momentos difíciles. Si tú o alguien a quien amas tiene un corazón apesadumbrado esta Navidad, también pueden leer “¿Qué hago con todos estos recuerdos dolorosos en esta temporada navideña?” para más aliento.
PROFUNDICEMOS
Salmo 16:5-8, Tú, SEÑOR, eres mi herencia y mi copa; eres tú quien ha afirmado mi porción. Bellos lugares me han tocado; ¡preciosa herencia me ha correspondido! Bendeciré al SEÑOR, quien me aconseja; aun de noche mi corazón se instruye. Siempre tengo presente al SEÑOR; con él a mi derecha, nada me hará caer. (NVI)
¿En qué parte de tu vida necesitas más el Espíritu de Dios? ¿Qué te impide acudir a Él?
¿Cuáles escrituras o experiencias de la fidelidad de Dios te recuerdan que Jesús es Emanuel, Dios contigo?
¡Nos encantaría escuchar de ti! Comparte tus pensamientos en los comentarios.
© 2023 por Alice Matagora. Todos los derechos reservados.
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