Pero María estaba fuera, llorando junto al sepulcro; y mientras lloraba, se inclinó y miró dentro del sepulcro. Juan 20:11 (NBLA)
Nota de la editora: ¡Este devocional es parte de una serie especial para la Semana Santa! Desde el 24 de marzo (Domingo de Ramos) hasta el 31 de marzo (Domingo de Pascua), cada devocional se centra en los acontecimientos que preceden la resurrección de Jesús. Nuestra oración es que estas palabras preparen tu corazón y mente para la celebración de nuestro Salvador resucitado.
Hace un año, conduje más de 900 kilómetros para visitar la tumba de mi abuelo. Mientras estaba allí, dividida entre emociones y temblando por el viento helado de Nueva York, no pude derramar ni una lágrima.
Cuando pienso en ese momento, recuerdo mis emociones oscilando entre el dolor (saber que nunca más abrazaría a mi abuelo en este lado del cielo) y gozo al reflexionar sobre su vida y legado.
Esta Pascua, sé que no soy la única que siente una mezcla de tristeza y gozo. Sé que no soy la única que lleva gratitud por todo lo bueno y al mismo tiempo, sostiene el dolor por todo lo que se ha perdido… y aparentemente todavía parece estar perdida.
Nos regocijamos, celebrando a nuestro Salvador resucitado.
Lamentamos que este mes marca el cuarto aniversario de la pandemia de COVID-19.
Nos regocijamos, alabando a Dios por la sanación, la provisión y la redención.
Nos lamentamos cuando las relaciones se deterioran, las enfermedades aumentan y las guerras continúan.
Estamos heridas, pero cuestionamos. Nos duele, pero tenemos esperanza. Sentimos temor, pero estamos asombradas, tanto por la vida como por Cristo. Esto es lo que significa ser humano: nuestros corazones son un lugar sagrado para cada emoción dada por Dios.
Es como cuando María Magdalena lloraba fuera de la tumba de Jesús, con la piedra removida y Su cuerpo desaparecido.“Pero María estaba fuera, llorando junto al sepulcro…” (Juan 20:11). Ella lloró, sin saber dónde yacía el cuerpo de Jesús. Lloró, posiblemente repitiendo escenas retrospectivamente del sufrimiento de Jesús en la cruz. Ella lloró, probablemente desconcertada por el caos y la confusión que reinaba en todo ello.
Aún así, mientras María lloraba, tenía curiosidad: “… se inclinó para mirar dentro del sepulcro” (Juan 20:11). Curiosa, miró de nuevo para ver si su Rabino estaba en la tumba. Buscaba un rayo de esperanza. En medio de sus preguntas y sus llantos de dolor, ella mantuvo la fe.
Y Jesús resucitado, con dos sencillas preguntas, creó un espacio sagrado para la historia de María. Le preguntó, “«Mujer, ¿por qué lloras?» … «¿A quién buscas?»” (Juan 20:15, NBLA)… como para reconocer tanto el dolor que sentía como la esperanza que tenía. Quizás esto era lo único que necesitaba ese día mientras estaba frente a la tumba de mi abuelo: alguien que hiciera espacio para todo.
Esta Pascua, tal vez tu corazón tenga dolor y esperanza a partes iguales. Tienes temor y asombro por todo lo que cargas, ya sea de historias en los titulares o en tu propia casa.
Cualesquiera que sean las emociones que llevas este día, puedes saber que Jesús no solo te salva de tus pecados, sino también simplemente se sienta contigo, en tu gozo, dolor, temor y preguntas.
Jesús es Aquel que venció la tumba y Aquel que se acerca a nosotras.
Jesús es Aquel a quien alabamos y proclamamos hasta que, aleluya, venga Su Reino.
Dios, Tú permaneces con nosotras en nuestro dolor. Caminas con nosotras cuando todo está bien en el mundo. Alabaremos y predicaremos Tu nombre, siempre contando a otros el poder de Tu gran amor. En el Nombre de Jesús, Amén.
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PROFUNDICEMOS
Juan 20:14-15a, Apenas dijo esto, volvió la mirada y allí vio a Jesús de pie, aunque no sabía que era él. Jesús dijo: —¿Por qué lloras, mujer? (NVI)
Esta Pascua, mientras reflexionas en tu vida y en la resurrección de Jesús, considera las siguientes preguntas:
¿Qué dirías si Jesús te preguntara, «¿Por qué estás llorando?».
¿Qué dirías si Jesús te preguntara, «¿Qué/por qué estás celebrando?».
Siempre estamos aquí para escuchar tu corazón, ven y comparte tus pensamientos en los comentarios.
© 2024 por Rachel Marie Kang. Todos los derechos reservados.
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