Cuando se enteraron sus parientes [de Jesús], salieron a hacerse cargo de él, porque decían: «Está fuera de sí». Marcos 3:21 (NVI)
Cada madre tiene un momento (ó 10) en el que piensa: «Mi hijo está en problemas. Necesito intervenir para salvar el día». Incluso María, la madre de Jesús, tuvo un momento así, ¡cuando Jesús tenía unos 30 años!
Al principio del ministerio de Jesús, Su influencia se expandió rápidamente y de manera polémica. Las Escrituras nos dicen: “Luego entró en una casa y, de nuevo, se aglomeró tanta gente que ni siquiera podían comer él y sus discípulos. Cuando se enteraron sus parientes, salieron a hacerse cargo de él, porque decían: «Está fuera de sí»” (Marcos 3:20-21, NVI).
Me imagino la escena desarrollándose más o menos así:
Uno de los hermanos de Jesús le dice a María: «Jesús está reuniendo grandes multitudes, provocando controversia y, mamá, él está demasiado ocupado para comer».
Los ojos de María se entrecierran. «¿No está comiendo? Está llevando esto demasiado lejos. Llevémoslo a casa».
El escritor del Evangelio de Marcos nos dice que cuando llegó la familia de Jesús, Él estaba en mitad del sermón. En lugar de dejar de predicar, Jesús les recordó a Sus oyentes, y a Su familia, de Su propósito. Él dijo,
“—¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? ... Cualquiera que hace la voluntad de Dios es mi hermano, mi hermana y mi madre” (Marcos 3:33-35, NVI).
Me pregunto cómo se sintió María al escuchar esas palabras. Años antes, un profeta le había advertido a María que, aunque su hijo sería grande, una espada atravesaría el alma de ella (Lucas 2:35). Quizás este fue uno de esos momentos desgarradores.
Jesús le recordó a María que Él tenía un propósito superior, y que la voluntad de Dios venía primero. Quizás María imaginaba que su Hijo buscaría una corona terrenal, pero esa no era la voluntad de Dios. Jesús sabía que Su camino conduciría al conflicto terrenal, a la crítica y a la cruz.
Estar cerca de Jesús, ser parte de la familia de Jesús, significaba acoger la voluntad de Dios sin importar lo difícil que se sintiera. María tuvo que afrontar sus temores y encomendar a su Hijo al cuidado de Dios.
Este año, comprendo la lucha de María más que nunca. Mi hijo mayor, mi bebé milagroso, el regalo de Dios para nosotros en la noche de Navidad de 2005 después de años de infertilidad, se gradua de la escuela secundaria. Al igual que María, estoy viendo a mi hijo entrar en la edad adulta y perseguir los propósitos de Dios de manera independiente.
Toda madre se enfrenta a transiciones como esta, momentos en los que nuestro lema debe cambiar de “salvar el día” a “orar todo el día”.
Al igual que María, podemos observar mientras nuestros hijos recorren caminos que nosotras no hubiéramos elegido.
Al igual que María, puede que nos toque ver a nuestros hijos experimentar dificultades o dolores.
Al igual que María, es posible que anhelemos tenerlos cerca en lugar de dejarlos vivir sus propias vidas.
Pero lo mejor de todo es que, al igual que María, podemos confiar en que Dios ha conocido a nuestros hijos desde antes que nosotras. Él ha amado a nuestros hijos desde antes que nosotras lo hiciéramos. Él tiene un propósito y una voluntad para sus vidas. Incluso cuando no tenemos a nuestros hijos tomados de la mano, su Padre celestial sí los tiene. Cuando tengamos que soltar nuestros hijos, Dios nunca los abandona.
Padre, Tu voluntad es buena, y Tu corazón es confiable. Por favor, dame paz mientras encomiendo a mis seres queridos a Tu cuidado. En el Nombre de Jesús, Amén.
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Lucas 1:46-49, Entonces dijo María: «Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador, porque se ha dignado fijarse en su humilde sierva. Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho grandes cosas por mí. ¡Santo es su nombre! (NVI)
¿Cómo ha cuidado Dios de tus hijos o seres queridos cuando tú no podías estar allí, y cómo aumenta tu confianza recordar esos momentos? Comparte tus pensamientos en los comentarios.
© 2024 por Elizabeth Laing Thompson. Todos los derechos reservados.
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