Devocionales

Dios no está desilusionado contigo por tener ansiedad o depresión

Taylor Joy Murray 28 de mayo de 2024
Pero Jesús seguía mirando a su alrededor para ver quién lo había hecho. Marcos 5:32 (NVI)

Con las piernas pegadas al pecho y las manos alrededor de las rodillas, me dispuse a inhalar. Uno. Dos. Tres. Y luego una exhalación larga y temblorosa.

Sentada en el piso de cerámica de color gris, insensiblemente miré el rayo de luz que entraba por la ranura de la puerta del baño. Tenía 18 años y aún no tenía palabras para describir las olas de ansiedad que parecían tragarme por dentro.

Ese día, me sentí sola en mi lucha. Pero quizás aún más doloroso fue cómo me imaginé a Dios mirándome con desilusión.

Imagino que probablemente hayas experimentado tu propia versión de un momento en el piso del baño. Especialmente si tu historia contiene ansiedad o depresión… ¿puedo inclinarme y decirte algo suavemente? No eres la única.

Sé lo que es despertar frente a una batalla interna diaria que puede pasar abrumadoramente desapercibida por los demás. Se requiere cierta fortaleza para soportar el dolor que persiste, especialmente cuando no se ve.

Marcos 5 cuenta la historia de una mujer que conoció un tipo de dolor similar.

Esta mujer vivió con una aflicción que le trajo 12 años de dolor. Aunque su dolor se describe como físico, a menudo me pregunto si el aislamiento emocional que experimentó fue aún más agonizante. De acuerdo con la Ley, ella era ceremonialmente impura, lo cual habría restringido en gran medida tanto su vida religiosa como su vida social (Levítico 15:19; Marcos 5:25).

Las luchas de salud mental pueden alimentar una soledad similar y una sensación de carencia espiritual, especialmente si nos han dicho que estas luchas duraderas son de alguna manera un reflejo de nuestra infidelidad o desconfianza en Dios. Cuando el dolor nos hace sentir menos como nosotras mismas y menos capaces de entablar relaciones, lo experimentamos como sufrimiento.

El dolor prolongado también puede convertirse en vergüenza, un dolor oculto que nos dice que, quizá sea posible que Dios no nos ame.

La mujer en Marcos 5 se acercó a Jesús en medio de una multitud que se empujaba, probablemente tratando de no ser vista o encontrada. Me identifico con su manera de acercarse a Él. Al escuchar que el simple hecho de tocar Su manto la sanaría, rozó con sus dedos el borde del manto de Jesús antes de tratar de escapar de nuevo al anonimato.

Siempre me sorprende lo que el escritor del Evangelio dice que Jesús hizo a continuación. Sintiendo su toque, “Jesús seguía mirando a su alrededor para ver quién lo había hecho” (Marcos 5:32).

En griego, la raíz de la frase traducida como “mirar alrededor” implica propósito y determinación. Lo que más me gusta de esta historia es la búsqueda implacable de Jesús de esta mujer doliente. Él no permitiría que no la encontraran.

Lo mismo es cierto para nosotras. Quiero que sepas que Dios no está desilusionado contigo por tener ansiedad o depresión. A lo largo del Nuevo Testamento, Jesús no se mantuvo a distancia de los afligidos, sino que se movió constantemente hacia ellos con consuelo y amor. Ninguna parte de ti está demasiada quebrantada, sin vida o perdida, para que nuestro Buen Pastor la busque, y Él extiende Su bondad y amor.

¿Cómo podría estar Él invitando a que te dejes encontrar hoy?

Querido Dios, ayúdame a recibir Tu tierno amor hoy. En el Nombre de Jesús, Amén.

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Romanos 8:38-39, Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor. (NVI)

¿En qué áreas de tu vida has experimentado dolor prolongado? ¿Cómo has visualizado la postura o el corazón de Dios hacia ti en esta área?

¡Nos encantaría saber de ti! Comparte tus pensamientos en los comentarios.

© 2024 por Taylor Joy Murray. Todos los derechos reservados.


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