Devocionales

Permíteme terminar

Sharon Garlough Brown 6 de septiembre de 2024
A voz en cuello, al SEÑOR pido ayuda; a voz en cuello, al SEÑOR pido compasión. Ante él expongo mi queja; ante él expreso mi angustia. Salmo 142:1-2 (NVI)

Hace algunos años, tuvimos que reemplazar unas ventanas viejas en nuestra casa y decidimos añadir una ventana nueva para que hubiera más luz en un cuarto oscuro.

Tan pronto el instalador empezó a cortar a través de la pared, inmediatamente entraron rayos de luz. Me mantuve alejada para dejarlo trabajar, pero no podía esperar a ver el producto final. Al finalizar el día, él dijo que regresaría en la mañana para reemplazar las demás ventanas.

Corrí hacia el cuarto para disfrutar la vista nueva, e inmediatamente me quedé espantada. La ventana estaba puesta, pero la pared estaba llena de grietas y huecos. ¿A quién contrataríamos, y cuánto costaría reparar todo el daño?

Me encontraba en un estado de descontrol. Pero en realidad no era por la ventana. Ese lío específico hizo que vinieran a mi mente todos los otros desastres y decepciones en mi vida y la vida de mis seres queridos.

Entonces hice lo que mejor sabía hacer. Como los salmistas en las Escrituras, derramé mi lamento con todo el corazón a Dios, ofreciendo mi frustración, coraje y temor. Le rogué que fuera el Dios que siempre he sabido que Él es. Le supliqué que mostrara Su fidelidad e interviniera a favor de aquellos que le están clamando a gritos. ¿Por cuánto tiempo, Señor? ¿Por qué? ¿Dónde estás?

A voz en cuello, al SEÑOR pido ayuda; a voz en cuello, al SEÑOR pido compasión. Ante él expongo mi queja; ante él expreso mi angustia (Salmo 142:1-2).

A la mañana siguiente, el instalador regresó. En vez de comenzar a trabajar en las otras ventanas, él rellenó con masilla, lijó y reparó todas las grietas que estaban alrededor de la ventana nueva, dejando solo una porción pequeña de la pared que necesitaba ser pintada.

Esa noche, mientras estaba parada frente a la ventana nueva, sentí como si el Señor se dirigiera hacia mí con dos palabras penetrantes: permíteme terminar.

Esas palabras sencillas me acallaron con autoridad y convicción llenas de amor y me proveyeron un lugar para que pudiera descansar nuevamente en la fidelidad de Dios.

Esta es la invitación del lamento. Dios nos llama a derramar nuestras plegarias valientes, honestas y sinceras para que Él revele Su bondad, poder y amor. Dentro del lamento, clamamos para que venga el Reino de Dios. Y mientras esperamos que Dios termine Su obra, recordamos quien Él es y lo que Él ha hecho en el pasado para que podamos confiar en Él ahora en el silencio, en nuestro escondite y en el dolor.

En la espera, practicamos el acto de recordar.
En la espera, practicamos tener esperanza.
Y en la espera, descubrimos otra vez que Dios está con nosotras y está a nuestro favor — en todo.

Señor, dame la valentía para contarte dónde me está doliendo. Ayúdame a ser honesta contigo sobre mis temores, sufrimientos, decepciones y confusión. Ayúdame a permanecer con esperanza mientras espero a que Tú reveles Tu fidelidad hacia mí y hacia quienes amo. Que pueda confiar en Tu amor fiel, aún cuando no entienda Tus caminos. Que venga Tu reino, Señor. En el Nombre de Jesús, Amén.

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RECOMENDAMOS

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PROFUNDICEMOS

Salmos 77:1-2, A Dios elevo mi voz suplicante; a Dios elevo mi voz para que me escuche. Cuando estoy angustiado, recurro al Señor; sin cesar elevo mis manos por las noches, pero me niego a recibir consuelo. (NVI)

El Salmo 77 expresa algunas experiencias y preguntas que podríamos considerar que no son permitidas expresarlas a Dios. Lee el Salmo detenidamente. ¿Qué cosas te cuestan decirle a Dios? ¿Por qué?

Practica el ofrecerle al Señor tus pensamientos y sentimientos honestos. ¿Cómo podría ayudar esta práctica a profundizar tu confianza en Él? Déjanos saber lo que piensas en la sección de comentarios.

© 2024 por Sharon Garlough Brown. Todos los derechos reservados.

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