Devocionales

Cuando el remordimiento y el amor de Dios se encuentran

Elizabeth Laing Thompson 29 de noviembre de 2024
Porque este hijo mío estaba muerto, pero ahora ha vuelto a la vida; se había perdido, pero ha sido hallado”. Lucas 15:24a (NVI)

«Si tan solo no hubiese tomado esa decisión tan tonta», me lamentaba con mi amiga. «Si hubiera sabido entonces lo que sé ahora, hubiera tomado otra decisión».

¿Alguna vez te ha pasado? ¿Deseando poder dar vuelta al reloj para deshacer una decisión? ¿No renunciar a un trabajo, no salir con un chico o no decir palabras imprudentes?

Todas tenemos decisiones de las cuales nos arrepentimos, y nos arrepentimos de ellas por distintas razones.

Quizás nos faltaba información, así que tomamos la mejor decisión posible con el conocimiento que teníamos en ese momento, pero las cosas no resultaron como esperábamos.

Tal vez nos faltaba madurez; siendo hoy ya más sabias y mayores, tomaríamos una mejor decisión, sin embargo nuestro “yo” más joven y la falta de experiencia estaba al mando en ese entonces.

A lo mejor carecíamos de convicción, y tomamos una decisión pecaminosa que hirió nuestro corazón o lastimó a otras personas.

Este último tipo de remordimiento es el más difícil de superar, ¿no es cierto? El remordimiento en cuanto a decisiones pecaminosas no solo nos persigue porque conlleva consecuencias dolorosas sino porque también nos hace sentir espiritualmente inseguras. Nos preocupamos de que aun cuando Dios nos perdona, Él se queda medio enojado con nosotras. Nos lo imaginamos desde Su trono celestial apuntándonos con el dedo de condena: no te vengas a quejar conmigo. Tu solita te metiste en este lío, ahora salte solita.

Pero ese no es el corazón de nuestro Padre quien sobreabunda en gracia. En Su parábola del hijo pródigo, Jesús ilustra el corazón de Dios hacia nosotras. La parábola describe a un hijo que derrochó su herencia “desenfrenadamente” (Lucas 15:13, NVI) y terminó hambriento y solo, revolcándose de remordimiento en una pocilga de cerdos.

Cuando el hijo, sintiéndose humillado, finalmente recapacitó y regresó cojeando a casa, podríamos esperar que el padre lo recibiera con enojo o con una actitud altiva diciendo «te lo dije». Mas Jesús describe al padre de este modo:

»Todavía estaba lejos cuando su padre lo vio y se compadeció de él; salió corriendo a su encuentro, lo abrazó y lo besó.

El joven le dijo: “Papá, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no merezco que se me llame tu hijo”.

Pero el padre ordenó a sus siervos: “¡Pronto! Traigan la mejor ropa para vestirlo … para celebrar un banquete. Porque este hijo mío estaba muerto, pero ahora ha vuelto a la vida; se había perdido, pero ha sido hallado” (Lucas 15:20-24a, NVI).

El padre no solo estaba contento con el regreso de su hijo. Su reacción fue esa clase de emoción que salta-de-alegría-y-corre-para-abrazar-a-su-hijo-aún-antes-de-que-pudiera-terminar-de-disculparse. Él hizo un fiesta y ayudó a su hijo a rehacer su vida.

Al luchar con nuestros propios remordimientos, ¡cuánto consuelo encontramos en la historia de Jesús! Cuando necesitamos un nuevo comienzo, Dios nos apoya. Cuando confesamos que nos hemos metido en un lío, Él celebra nuestro arrepentimiento. Cuando nos hemos alejado, podemos recobrar nuestro juicio y encontrar a nuestro Padre celestial con los brazos abiertos, listo para darnos la bienvenida a casa. 

Padre, gracias por amarme a través de mis errores. Gracias porque puedo empezar de nuevo, sabiendo que soy perdonada y amada. En el Nombre de Jesús, Amén.

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Efesios 2:1-6, Antes ustedes estaban muertos a causa de su desobediencia y sus muchos pecados. Vivían en pecado, igual que el resto de la gente, obedeciendo al diablo—el líder de los poderes del mundo invisible —, quien es el espíritu que actúa en el corazón de los que se niegan a obedecer a Dios. Todos vivíamos así en el pasado, siguiendo los deseos de nuestras pasiones y la inclinación de nuestra naturaleza pecaminosa. Por nuestra propia naturaleza, éramos objeto del enojo de Dios igual que todos los demás. Pero Dios es tan rico en misericordia y nos amó tanto que, a pesar de que estábamos muertos por causa de nuestros pecados, nos dio vida cuando levantó a Cristo de los muertos. (¡Es solo por la gracia de Dios que ustedes han sido salvados!) Pues nos levantó de los muertos junto con Cristo y nos sentó con él en los lugares celestiales, porque estamos unidos a Cristo Jesús. (NTV)

¿Cómo te ha mostrado Dios gracia cuando no has tomado buenas decisiones? ¿Cómo te ha ayudado a vencer el remordimiento y comenzar de nuevo? Comparte tu historia en la sección de comentarios.

© 2024 por Elizabeth Laing Thompson. Todos los derechos reservados.


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