Como una madre que amamanta y cuida a sus hijos, así nosotros, por el cariño que les tenemos, nos deleitamos en compartir con ustedes no solo el evangelio de Dios, sino también nuestra vida. (…) .1 Tesalonicenses 2:7b-8 (NVI)
Conocí a Jesús con una taza de té de manzana y canela.
Pero no me refiero a que estuvimos sentados en un café sorbiendo una bebida caliente pagada con un cupón “dos por uno” que estaba a punto de vencer.
Me refiero a una taza de té con especias, servido en el hogar ordinario de una creyente con un corazón generoso. Esa taza de té fue el medio que Dios usó para atraerme hacia Él, poniendo en acción mi camino espiritual de fe.
Cuando estaba en el tercer año de la escuela secundaria, una nueva familia se mudó al otro lado de la calle. Su casa blanca, estilo rancho, se encontraba junto a la iglesia rural sobresaliendo en la intersección de esas cuatro esquinas donde estaba mi hogar. La Sra. Pat, esposa del predicador y madre, se propuso como misión el conocerme.
Ella me invitaba a su casa cuando terminaba mis actividades después de la escuela. No había preocupaciones. Ella no hacía nada para impresionar a una adolescente. Me servía una taza caliente de té de manzana y canela con algún bocadillo, con frecuencia hecho con comida del día anterior.
Me sentía bienvenida y segura en esta casa. Y algo más importante aún: me sentía amada y conocida.
A medida que nuestra amistad crecía, la Sra. Pat me contó la historia del Evangelio. Cómo Cristo tomó mi lugar en la cruz, pagando el precio por mi pecado y comprando mi camino al cielo. Mi madre me había contado la historia antes, muchas veces. Pero hasta ese momento, mantuve a Jesús convenientemente encerrado en las páginas de la Biblia en mi estante.
La Sra. Pat comenzó a invitarme a la iglesia. Pronto respondí a los susurros del Espíritu y puse mi confianza en Jesús durante una fogata del grupo juvenil una noche de septiembre. Mi vida nunca ha sido la misma.
El Nuevo Testamento está lleno de relatos de personas que llegaron a la fe en Jesús. En el libro de 1 Tesalonicenses, encontramos un dato muy importante sobre este fenómeno. La transformación de vidas no sucedió simplemente porque se compartieron hechos sobre Jesús. Un catalizador para la conversión se encuentra en 1 Tesalonicenses 2:7b-8, donde el apóstol Pablo escribe sobre el crecimiento espiritual de los miembros de la iglesia:
Como una madre que amamanta y cuida a sus hijos, así nosotros, por el cariño que les tenemos, nos deleitamos en compartir con ustedes no solo el evangelio de Dios, sino también nuestra vida (…)
¿Te diste cuenta? Pablo y otros que habían explicado el evangelio no solo compartieron sus palabras. También compartieron sus vidas.
En el idioma griego original del Nuevo Testamento, la palabra vida no solo indica los acontecimientos del día a día. Va más allá. La palabra utilizada, psuché, se deriva de la palabra raíz epsyxō, que significa "respirar, soplar".
¿Te hace pensar en alguna palabra? Si pensaste en la psique o la psicología, estás en lo cierto. Esta palabra comprende lo que conocemos como alma humana (o psique). Se refiere a nuestra personalidad distintiva o personalidad única. Es nuestra esencia.
A medida que nosotras, como el apóstol Pablo, abrimos nuestros corazones, conectando nuestras almas con las de otros a través del compartir de la vida, creamos un espacio seguro donde se puede mostrar el evangelio y expandir la mesa de Dios. Otros pueden llegar a conocer a Cristo a través de este simple compartir del alma.
Incluso si no puedes recibir a nadie en tu hogar durante esta temporada de distanciamiento social, Dios aún puede realizar milagros en un alma a través de una conversación de texto, una llamada telefónica o una conversación virtual.
¿Estás lista para ver a Dios obrar, buscar almas y juntarlas para Él? Si es así, enciende la estufa, pon la tetera al fuego y mira con ansiosa anticipación a quienquiera que Dios te envíe.
Padre, ayúdame a usar mi vida ordinaria para compartir el evangelio con otros, presentándolos a Ti. En el Nombre de Jesús, Amén.
Verdad para hoy
1 Pedro 4:9, Practiquen la hospitalidad entre ustedes sin quejarse. (NVI)
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