Trabajen de buena gana en todo lo que hagan, como si fuera para el Señor y no para la gente. Colosenses 3:23 (NTV)
Cuando tenía 16 años, tuve mi primer trabajo, como camillera en un hospital. Me encomendaron el transporte de pacientes hacia y desde el departamento de radiología. No estoy segura de lo que pensaron los pacientes cuando me vieron venir con la silla de ruedas o la camilla, pero afortunadamente todos sobrevivimos.
Puede que hablemos mucho o no de ello, pero forma parte de nuestro día a día: EL TRABAJO. En los Estados Unidos, incluso hay un día feriado para celebrar las contribuciones de la fuerza laboral: el Día del Trabajo.
La forma en que percibimos nuestro trabajo varía de persona a persona. Para algunas, todo se trata del pago del sueldo. Para unas pocas afortunadas, su trabajo se centra en su pasión. Pueden pasar todos los días haciendo lo que aman y les pagan por ello.
También hay muchas que trabajan, pero no perciben un salario, como amas de casa y cuidadoras o aquellas que están jubiladas de sus trabajos, pero aún hacen voluntariado.
Independientemente del “porqué” o “de qué consiste” de nuestro trabajo, una cosa debe ser constante para la creyente que trabaja: Trabajen de buena gana en todo lo que hagan, como si fuera para el Señor y no para la gente (Colosenses 3:23).
Como alguien que ha estado en la fuerza laboral por más de 30 años (vaya, ¿lo escribí en voz alta?), he aprendido que hay varias formas en que podemos demostrar de manera práctica “trabajar para el Señor”:
- Completando nuestras tareas.
Estamos en el trabajo para trabajar, y debemos hacerlo bien. Esto significa hacer nuestras tareas detenidamente y a tiempo. La gente debería vernos, cristianos, como el estándar de una buena empleada. Nuestra ética de trabajo dirige a las personas a Cristo o las aleja de Él.
La historia de José en el Antiguo Testamento refleja bien esta idea. “Por esto Potifar dejó todo a cargo de José, y tan solo se preocupaba por lo que tenía que comer” (Génesis 39:6, NVI). Si cambiamos "Potifar" por los nombres de las personas para las que trabajamos, ¿podemos colocar nuestro nombre en lugar del de José?
- Retroalimentación constructiva.
Cuando trabajamos para otra persona, podemos ser evaluados anualmente. A veces, también se nos da la oportunidad de brindar retroalimentación. En el momento, es fácil permanecer en silencio por temor, pero luego quejarse de cómo se hacen las cosas.
Pero cuando se le dio la oportunidad, José le proveyó un plan al faraón (ver Génesis 41). Gracias a ello se salvaron muchas vidas. Tenemos el mismo Espíritu de Dios en nosotras, dándonos ideas y puntos de vista que otros no tendrán. Podemos ser una bendición para nuestros empleadores y las personas que nos rodean si estamos dispuestas a compartir lo que Dios pone en nosotras.
Ya sea que demos o recibamos retroalimentación, debemos hacerlo con un espíritu humilde.
- Comunicación considerada.
Que su conversación sea siempre con gracia, sazonada como con sal, para que sepan cómo deben responder a cada persona. (Colosenses 4:6, NBLA)
SIEMPRE, no importa cuál sea nuestro tipo de personalidad, introvertida o extrovertida, y sin importar lo que sucede en la casa o lo mal que esté el tráfico, debemos ser respetuosas y amables con todas las personas con las que nos encontremos en el trabajo.
La transición de José de la prisión al palacio dependía de una pregunta a sus compañeros de prisión: “—¿Por qué andan hoy tan cabizbajos?” (Génesis 40:7b, NVI). Esta pregunta lo llevó a interpretar sus sueños y eventualmente le abriría la puerta para presentarse ante el faraón.
¡Decir «buenos días», «por favor» y «gracias» sirve de mucho! Cuando miramos a las personas a los ojos y les preguntamos cómo están, demostramos preocupación a nivel personal. ¿Quién sabe? Tal vez, como en la vida de José, podría ocurrir una promoción como resultado.
- Considerar nuestras bendiciones.
La capacidad de trabajar es un privilegio. El trabajo en sí sirve un propósito, sin importar lo que hagamos o quién reconozca nuestras contribuciones como importantes. Puede que no siempre se sienta así, pero nuestro trabajo es una bendición de Dios. Ahora, depende de nosotras ser una bendición para las personas con las que trabajamos.
Querido Padre, gracias por la oportunidad y la capacidad de trabajar. Ayúdame a glorificarte en todo lo que haga. En el Nombre de Jesús, Amén.
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© 2022 por Anitha Abraham. Todos los derechos reservados.
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