—No se alejen de Jerusalén, sino esperen la promesa del Padre… Hechos 1:4b (NVI)
«¿Cuál es la demora?» grité por la ventana del auto, luego me encogí. Tal vez nadie me reconocería detrás de mis gafas de sol.
Una ráfaga de vergüenza sopló a través de mi pecho. ¿Por qué fue mi respuesta tan desproporcionada ante la situación? Tal vez estaba pasando algo más de lo que tenía en la lista de tareas pendientes, que aumentaba mi impaciencia mientras estiraba el cuello por la ventana. No podía ver más allá del vehículo gigantesco frente a mi.
La frustración se convirtió en lágrimas cuando me di cuenta de que me sentía atrapada en muchas áreas de mi vida, especialmente en mi trabajo. No importa cuánto lo intentaba, las puertas seguían cerrándose. El tener que esperar en mi auto solo me recordó que mis sueños también estaban en espera. Quería tocar la bocina, no solo a los vehículos frente a mí, sino a Dios. ¿Por qué Él no ha respondido a mis ruegos, súplicas y peticiones?
Todas tenemos momentos en los que sentimos el dolor, el anhelo, la incomodidad de esperar.
Esperando conocer a “el hombre de tus sueños”.
Esperando tener hijos.
Esperando a ver si el tratamiento funcionará.
Esperando ese ascenso o que esa persona cambie.
El esperar pone a prueba no solo nuestra fe sino también nuestra paciencia.
Mientras buscaba la Palabra de Dios durante mi temporada de espera, uno de los últimos mandatos de Jesús a Sus discípulos capturó mi atención: “…No se alejen de Jerusalén, sino esperen la promesa del Padre…” (Hechos 1:4, énfasis añadido).
Nadie quería esperar en Jerusalén. Esa era una ciudad donde los discípulos se escondieron a puerta cerrada de los líderes religiosos que mataron a Jesús (Juan 20:19). Los creyentes fueron perseguidos; hubiera sido mucho más fácil esconderse en un lugar rural.
¿Por qué Jesús los hizo esperar en un lugar del que preferirían irse? Porque Jerusalén estaba donde Él los necesitaba.
Días después, en el día de Pentecostés, miles de personas se reunieron en Jerusalén para la Fiesta de las Primicias. Sin previo aviso, el Espíritu Santo surgió a través de los creyentes. Hablaban en idiomas que nunca habían aprendido. Ellos predicaron el evangelio (Hechos 2:1-41).
Los creyentes judíos sabían que este no era un día cualquiera. Habían celebrado la Fiesta de las Primicias durante generaciones. Pero en este cumpleaños de la iglesia, experimentaron en carne propia el significado de la festividad: disfrutar de las primicias de la cosecha de Dios, ya que más de 3,000 nuevos creyentes se apresuraron en conocer a Cristo.
Esperar cuando tenemos poco control puede sentirse vulnerable y peligroso. Sin embargo, a veces, cuando menos lo esperamos, nos damos cuenta de que Dios podría estar haciendo algo bueno en medio de la espera.
Algo bueno estaba pasando durante mi espera en la fila de autos ese día. Después de lo que pareció una eternidad, el tráfico comenzó a avanzar poco a poco. El retraso era un grupo de adolescentes con flores. Ay, otra recaudación de fondos para la escuela, gemí. No tengo tiempo para esto.
Fingí una sonrisa y seguí adelante.
Más tarde ese día, me enteré de que esos adolescentes se habían asociado con una floristería local para regalar 300 ramos de flores, gratis. Si hubiera bajado la ventana, habría recibido dos ramos, uno para mí y otro para una amiga.
Me encantan las flores.
Si estás cansada de esperar, recuerda esto: Dios puede tenerte justo donde debes estar por razones que aún no puedes ver.
Señor, cuando estoy esperando, la frustración a menudo bloquea mi perspectiva. En mi incómodo lugar de espera hoy, ayúdame a creer que estás trabajando en mi nombre, incluso cuando aún no pueda ver ninguna evidencia. Por favor, dame el valor y la fuerza que necesito para esperar en Tu tiempo y bondad. En el Nombre de Jesús, Amén.
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© 2023 por Laura Lacey Johnson. Todos los derechos reservados.
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