Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada. Juan 15:5 (NVI)
Mi teléfono se había descompuesto y su garantía estaba expirada. No hay problema, no me importaría pasar unos días sin conexión… al menos eso pensé. Lo que comenzó como un inconveniente menor rápidamente dio a conocer cuán dependiente era de mi teléfono para todo.
En primer lugar, la dependencia emocional y mental se hizo evidente cuando inconscientemente buscaba mi teléfono varias veces ese día. A mi mente le costaba estar aburrida. A mi espíritu le resultaba difícil simplemente existir.
Luego estaban las dificultades prácticas de no tener teléfono. No podía acceder los documentos del trabajo sin iniciar sesión. Estaba completamente aislada de los usuarios que no tenían iPhone. Mi esposo y yo teníamos que coordinar lugares y horarios de encuentro. Tenía que usar un reloj solo para saber qué hora era.
¿Cómo había llegado a depender tanto de mi teléfono hasta el punto de no poder funcionar sin él?
Ojalá pudiera decir que vivo con este tipo de dependencia de Dios. Para ser honesta, a veces me toma un tiempo sentir los efectos de las “abstinencias de Dios” cuando me salto la lectura de la Biblia o paso días sin orar.
Usando la analogía de la vid y las ramas en Juan 15, Jesús habló con Sus discípulos sobre una vida de permanencia en Él: “Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada” (Juan 15:5).
Mientras permanezcamos relacionalmente conectadas y dependientes de Jesús, la fuente de toda vida y bondad, florecemos y daremos fruto que perdura. No sé tú, pero estoy segura de que el fruto de una vida dependiente de Cristo excede el fruto de nuestra dependencia de cualquier otra cosa aparte de Él. Amor, gozo, paz, paciencia, amabilidad… Sí, ¡quiero más de eso! Pero ¿cómo?
Tal vez no sea tan abrumador como parece. No fue una sola decisión principal la que me llevó a una dependencia no saludable de mi teléfono, sino muchas decisiones más pequeñas. Tal vez cultivar una vida dependiente de Cristo sea el resultado de muchas dependencias pequeñas.
- En lugar de llenar mi tiempo navegando sin pensar, puedo llenar mi mente con la Palabra de Dios y dejar que more profundamente en mi corazón (Colosenses 3:16).
- En lugar de recurrir a Google para obtener respuestas a mis preguntas o buscar consejos de las multitudes, puedo buscar la sabiduría de Cristo (Santiago 1:5-6).
- En lugar de alcanzar mi teléfono instintivamente cuando estoy aburrida, puedo orar (Colosenses 1:9).
- En lugar de muchos puntos de contacto breves en las redes sociales, puedo pasar tiempo conversando en persona con otros creyentes (Hebreos 10:24-25) o conectándome con mis amistades no cristianas.
El nuevo año ofrece una oportunidad para reflexionar sobre la vida que estamos viviendo y la vida que deseamos vivir. Reflexionemos sobre las muchas oportunidades pequeñas que tenemos todos los días para vivir en dependencia intencional de Cristo por sobre todas las cosas.
Dios, ayúdanos a vivir en dependencia diaria de Ti, nuestra fuente de vida y de todo lo bueno. En el Nombre de Jesús, Amén.
RECOMENDAMOS
Una forma importante en la que dependemos de Dios es a través de la oración. Si estás pasando por una época difícil en este momento, puedes encontrar consuelo y esperanza en nuestro Muro de oración. Aquí puedes publicar tus propias peticiones de oración, así como orar por las hermanas en Cristo alrededor del mundo.
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Gálatas 5:22-23, En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas. (NVI)
¿Cómo observas el fruto del Espíritu en tu vida?
¿Qué puedes hacer hoy para intensificar tu dependencia de Dios? ¡Nos encantaría saber de ti! Comparte tu opinión en los comentarios.
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