Devocionales

El poder de compartir nuestras historias difíciles

Asheritah Ciuciu 17 de octubre de 2022
No las esconderemos de sus descendientes; hablaremos a la generación venidera del poder del SEÑOR, de sus proezas, y de las maravillas que ha realizado. Salmo 78:4 (NVI)

«¡Cuéntanos un cuento, mamá!» Mis hijos brincan en la cama, con sus voces cantarinas y caras brillantes de emoción.

«¿Cuál?», pregunto, sin poder ocultar la sonrisa en mis labios.

Lo que sigue es un revoltijo de peticiones animadas:

«¡La vez que buscabas setas y te perdiste en el bosque!»
«¡La vez que te escondiste en el patio trasero y te comiste completa la lata de crema!»
«¡La vez que conociste a papá en el campamento de verano y te persiguió, pero pensaste que te iba a morder!»

Cuántas historias. Tantos buenos recuerdos. Y me encanta compartirlos con mis hijos, incluso si la mayoría de las historias me implican en algún tipo de problema. Porque ¿qué niño no disfruta al escuchar cómo sus padres se metieron en un lío cuando eran jóvenes, como él?

Pero últimamente, he estado presentando un tipo de historia diferente en nuestra rutina para dormir.

«… ¿Te he contado la historia de cómo conocí a Jesús mientras estaba sentada atrás del Subaru de mis padres una noche fría de otoño?»

«… ¿Quieres oír cómo Dios me proveyó milagrosamente la cantidad exacta de dinero que necesitaba para la escuela?»

«… ¿Alguna vez te conté de cómo casi me separaron de mi madre al nacer, pero Dios nos protegió a las dos?»

Estas son más que historias para dormir, más que anécdotas divertidas de mamá metiéndose en problemas. Son historias que muestran la gloria de Dios en nuestra desordenada necesidad humana. Pero a veces nos convencemos de dejarlas sin contar, y escondemos una luz ardiente bajo una canasta frágil (Mateo 5:14-16).

Cuando mis hijos eran bebés, no sentía la necesidad de contarles estas historias del tamaño de Dios, porque pensaba que no asimilarían el milagro en lo mundano. Pero a medida que crecen, me doy cuenta de lo rápido que pasa el tiempo y de las pocas tardes que nos quedan para contar cuentos.

Todavía no lo hago a la perfección, pero ahora hay una urgencia, una pasión por asegurarme de transmitir estas historias a mis hijos para que sepan que el Dios de José, David y Ester está igual de vivo y activo en nuestras vidas hoy.

Todas sufrimos de amnesia del alma, olvidando quién es Dios y lo que ha hecho de un día a otro y de una generación a otra. Dios conoce esta tendencia humana. Por eso ordenó a Su pueblo, empezando por el antiguo Israel, no sólo que enseñara a sus hijos Sus leyes, sino también que les contara sus historias de Dios: las historias verdaderas del éxodo peligroso de Egipto; el cruce milagroso del Mar Rojo por la noche; el inexplicable maná con codornices en el desierto; y muchas más historias del Dios que ve, que oye y que provee para Su pueblo.

De hecho, los israelitas registraron este compromiso en uno de sus cantos de adoración:

No las esconderemos de sus descendientes; hablaremos a la generación venidera del poder del SEÑOR, de sus proezas, y de las maravillas que ha realizado (Salmo 78:4).

Vivimos en un mundo impulsado por las historias, y no son sólo los niños los que quieren escucharlas: somos todos nosotros, compañeros de trabajo, vecinos, compañeros de vivienda. La mayoría de las personas que conocemos prestan atención inmediatamente al escuchar las palabras, «¿quieres que te cuente una gran historia?».

Y estas historias no son sólo del pasado: estamos viviendo historias del tamaño de Dios todos los días, si tan sólo abrimos los ojos para verle obrar en nuestras vidas. Porque Aquel que escribe nuestras historias todavía tiene la pluma en Sus manos, y aún no ha terminado Su obra en nosotras.

Entonces… ¿cuál es tu historia?

Maestro tejedor de historias, gracias por invitarnos a participar en Tu gran historia. Incluso cuando estamos viviendo un capítulo doloroso o nos sentimos preocupadas por lo que pueda ocurrir a continuación, Tú sigues teniendo el control. Así que te confiamos nuestras historias. Enséñanos también a compartir Tu obrar en nuestras vidas con la siguiente generación. En el Nombre de Jesús, Amén.

RECOMENDAMOS

¿El devocional de hoy habló a algún área de tu corazón? Si es así, aquí hay algunos devocionales similares que creemos te gustarán.

Historias que dan forma a nuestras vidas, por Iva May
Cuando te preguntas quién habrías sido, por Brenda Bradford Ottinger
Mirar hacia atrás antes de seguir adelante, por Alicia Bruxvoort

CONÉCTATE

Amiga, si actualmente estás pasando por alguna situación, nos encantaría unirnos a ti en oración. El Muro de oración de Proverbs 31 Ministries es el lugar donde puedes compartir tu petición de oración y nuestro equipo orará por ella. Envía una solicitud de oración aquí.

PROFUNDICEMOS

Isaías 38:19, Los que viven, y solo los que viven, son los que te alaban, como hoy te alabo yo. Todo padre hablará a sus hijos acerca de tu fidelidad (NVI).

¿Cuál es la historia de tu vida que habla del poder, la protección o la provisión de Dios? ¿Quién podría necesitar escuchar esa historia hoy?

Nos encantaría que compartieras tus ideas con nosotras en los comentarios.

© 2022 por Asheritah Ciuciu. Todos los derechos reservados.


NUESTRAS CREENCIAS

Si la vida se siente increíblemente difícil, haz clic aquí para acceder a nuestros recursos de consejería y asesoramiento.

Estamos agradecidas a nuestras voluntarias por su trabajo realizado en la traducción de este devocional al español. Conócelas aquí.

Únete a la conversación

¡Nuestra campaña financiera de fin de año está activa ahora!