«Con amor eterno te he amado»; Jeremías 31:3b (NVI)

De la nada, siendo mamá primeriza, empecé a tener ataques de pánico, un insomnio extenuante y ansiedad… y no sabía por qué.

Además de eso, me resultaba difícil confesar que estaba luchando emocionalmente porque la gente podría cuestionar mi fe. Podían acusarme de no confiar lo suficiente en Dios o simplemente decirme que la preocupación era un pecado. Si les dijera que me sentía adormecida, sola, ansiosa o deprimida, podrían decirme que no oraba lo suficiente, que no leía la Biblia lo suficiente o que no aplicaba las Escrituras correctamente.

Pero los problemas de salud mental aparecen en gente común, incluso en creyentes que tienen una fe firme y una comunidad devota. Lo sé porque me pasó a mí.

Desafortunadamente, algunos cristianos hicieron que me sintiera avergonzada por mis luchas emocionales. Pero a medida que descubría la visión de Dios sobre la sanidad, me di cuenta de que mis dificultades no eran causadas por una fe débil. Era incorrecta la perspectiva que tenían algunos acerca de la salud mental y la fe.

Aún así, no quería que nadie pensara que estaba dañada, así que guardé silencio y oré para que desapareciera.

Pero Dios quería sanarme, no avergonzarme.

Mi terapeuta especializada en TEPT (trastornos de estrés postraumático), me contó que un soldado no experimenta el trauma cuando está luchando en el campo de batalla sino cuando finalmente vuelve a casa. Es en la casa donde cuenta con el ambiente seguro para afrontar lo que era demasiado difícil de procesar en el momento. Es una función del sistema nervioso humano, diseñado por Dios para protegernos cuando el dolor, el miedo o la pérdida es demasiado abrumador.

Nunca antes había experimentado abuso físico. Pero lo que luego me dijo mi terapeuta lo cambió todo: «¿sabías que el abuso emocional puede tener el mismo impacto que el abuso físico? Las heridas emocionales también necesitan sanidad».

Sentirse emocionalmente frágil no es una señal de que tu fe sea débil. De hecho, buscar sanidad para tu corazón puede ser el acto más poderoso de fe al que Dios te está llamando en el día de hoy.

Para alentarte, aquí están los tres mitos y verdades que descubrí mientras investigaba las Escrituras a lo largo de mi propio viaje de sanidad:

Mito: Jesús nos instó a no preocuparnos. Si te preocupas, necesitas convicción, no compasión.

Verdad: Jesús nos anima a no preocuparnos porque Él nos ama.

En Mateo 6:25, Jesús nos anima a no preocuparnos porque Dios provee para nosotras, al igual como lo hace con los pájaros y las flores. Dios comprende por qué nos preocupamos, y aún así Él nos ama. Él nos consuela en todas nuestras preocupaciones (2 Corintios 1:3-4).

Mito: Si no sientes paz o gozo, no estás confiando lo suficiente en Dios.

Verdad: La honestidad emocional es parte de la fe, como también lo es el acto íntimo de confiar en Dios con tu verdadero ser en vez de ocultar cómo te sientes o tratar de hacer más.

Jesús susurra, «no te escondas». Él nos invita a venir y a descansar (Mateo 11:28), ya sea que estemos cansadas, ansiosas, enojadas o estresadas. Jesús nos dice que acudamos tal y como somos, imperfectamente Suyas.

Mito: Si lees más la Palabra de Dios, si oras más, alabas más y agradeces más, tendrás la paz que sobrepasa todo entendimiento.

Verdad: La fe no es amnesia emocional. La fe en Dios nos da el valor para afrontar el quebrantamiento y buscar la sanidad para las pérdidas que hemos sufrido.

Jesús mismo obedeció, oró, alabó y agradeció de manera perfecta. Sin embargo Él también sufrió angustia emocional, abrumado por abuso físico y emocional, abandono y traición inminente: Él dijo, “«Mi alma está destrozada de tanta tristeza, hasta el punto de la muerte” (Marcos 14:34a, NTV).

Tú le importas a Dios, y tus sentimientos le importan a Dios. En Jeremías 31:3, Él dice, «Con amor eterno te he amado». Especialmente cuando has sido lastimada, Él quiere cuidar de ti con Su presencia poderosa y sanadora.

Moverse por fe junto a Jesús hacia el bienestar es un proceso único para cada mujer. Para algunas, sanarse junto a Jesús significa ser más honestas cuando oramos y recibir el consuelo de Dios en vez de esconder nuestras emociones. La sanidad puede implicar pedir a Jesús que te dé valor para establecer límites saludables en relaciones tóxicas de manera que puedas florecer en vez de vivir con estrés y miedo constantes.

La sanidad junto a Jesús también implica romper el código del silencio. Cuando compartimos con mujeres llenas de fe, apoyo, aliento y oración, nuestros corazones sanan. Y si tú, al igual que yo, has sufrido algún trauma o pérdida emocional, Dios puede darte fuerza y sabiduría para indagar y sanar tus heridas con la ayuda de una terapeuta o consejera cristiana.

La Palabra de Dios sí te dará la fuerza para sanar, con Su mano sosteniendo las tuyas. “El SEÑOR está cerca de los quebrantados de corazón, y salva a los de espíritu abatido” (Salmos 34:18, NVI).

Deja que Dios te ame. Eres amada.

Jesús, por favor dame valor para tomar las medidas necesarias para sanar hoy. Gracias por amarme. En el Nombre de Jesús, Amén.

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